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D A R L A

Mientras la voz del piloto retumbaba por el avión, observé el paisaje desde la ventana, la ilusión que tenía de volver a casa no cabía en mi.

— Darla, el cinturón — asentí abrochándomelo y esperé pacientemente a que la aeronave aterrizase.

¿Conocen esa sensación de cuando están en una atracción que baja a toda velocidad y sientes como que flotas? Pues era prácticamente lo mismo, mi momento favorito durante los viajes.

Llegamos a la pista, el avión paró y los pasajeros empezaron a salir. Como habíamos adquirido los pasajes en primera clase teníamos ese pequeño privilegio de salir antes que los demás.

Dieciséis horas y cuarenta y cinco minutos después por fin pisamos tierra. Era la segunda vez que realizaba un viaje de tanto tiempo y aún así no lograba acostumbrarme. Había intentado dormir lo más posible pero sentía que si me metía en la cama no saldría por días. Derek en cambio estaba más fresco que una lechuga habiendo descansado mucho menos que yo.

Pasamos por la cinta para recoger nuestro equipaje y salimos de la terminal. Fuera nos estaba esperando Bautista, el chófer de la familia.

— Hola Bau.

— Buenos días señorita — me saludó tan cordial como siempre y luego miró a Derek — Señor...

— Me puede llamar Derek — él asintió y con nuestro equipaje en mano nos encaminamos hacia la salida.

Al salir a la calle el clima típico de la primavera nos dio la bienvenida, no hacía frío pero sí había brisa. Nos montamos en la parte trasera del cuatro por cuatro y Bautista manejó hasta la casa de mis padres.

Derek sugirió quedarse en un hotel los días que estuviéramos aquí (yo apoyé la idea) pero mi padre se negó rotundamente por lo que se quedaría con nosotros. Miré por la ventana pero no se veía mucho, al ser las siete de la mañana aún era de noche.

— ¿Te preocupa algo? — preguntó mi acompañante, le miré sin entender y señaló mi pierna que estaba en constante movimiento — Pareces nerviosa — negué con la cabeza.

— Solo tengo ganas de ver a mis padres, han sido tres meses muy largos...

— ¿Solo a tus padres? — levantó una ceja en signo interrogante.

— Bueno, a todo el mundo en general — añadí pero sabía que no era del todo cierto.

En ese momento solo quería ver a una persona: Mateo. Pero el problema es que no sabía con certeza si esas ganas eran mutuas. Últimamente habíamos hablado lo mínimo y aunque me pidió que le enviara un mensaje cuando llegara eso no significaba que quería verme, ¿no?

Derek se limitó a asentir y el resto del trayecto la pasamos en silencio. Cuando paramos en frente de mi casa, como siempre mi madre ya nos estaba esperando para recibirnos en la puerta.

— ¡Cariño! Qué linda estás — exclamó entre abrazos y besos.

— Mamá no empieces — balbuceé intentando apartarme.

— Perdón — me dejó ir y posó su vista en el invitado — ¡Derek!

— Hola Julieta — se acercó y le dio dos besos — Tan elegante como siempre.

No pude evitar poner los ojos en blanco y entré en la casa dónde esperaban papá y la abuela. Corrí hacia el primero y nos fundimos en un abrazo como los de mi madre.

— Darla me alegra mucho verte — me dio un beso en la frente y sonreí.

Por más que pasaran los años siempre iba a ser el ojito derecho de mi padre. Después de los saludos entre todos, decidimos pasar al comedor para desayunar y mientras tanto el tema de conversación era mi adaptación al trabajo y de como iban los preparativos de la fiesta.

— Cariño, debemos ir a por tu vestido.

— Mamá, tengo el armario repleto de vestidos — me atrevería a decir que hay uno exclusivamente solo para esa prenda

— Esta es una ocasión especial así que descansa y más tarde vamos a por el, ¿si? — sin más remedio asentí.

— Derek deberías hacer lo mismo, luego nos pondremos con el papeleo — habló papá.

— Darla acompáñale a su cuarto, le hemos preparado el que está frente al tuyo.

— Hay como cinco habitaciones más y le ponen justo delante — murmuré por lo bajo pero el aludido me escuchó y sonrió.

— Julieta, Norbert, gracias por recibirme en vuestro hogar — dicho eso subimos a la segunda planta y le señalé su pieza. — Supongo que si necesito algo puedo acudir a ti, ¿no?

— No — le sonreí y cerré su puerta mientras escuchaba como se reía. Su risa era ronca y agradable, además de que no siempre la mostraba.

Me tumbé en la cama sin siquiera cambiarme de ropa. Pero antes de dejarme envolver por el sueño saqué el móvil y le envíe un mensaje.

mateo <3

te echo mucho de menos... espero
verte pronto, te amo

si te vas; truenoWhere stories live. Discover now