15

257 24 1
                                    

D A R L A

El silencio se instaló durante gran parte del camino. Es como si ninguno de los dos quisiese romperlo y menos para decir cosas irrelevantes en este momento.

Por otra parte, mi teléfono no dejó de recibir llamadas por parte de mi padre. Sabía que lo más probable es que estuviera enfadado conmigo, pero no por desaparecer de la fiesta sin avisarle, sino por haberle dejado plantado frente a aquellos hombres que querían conocerme.

— ¿A dónde quieres ir? — preguntó Mateo sin dejar de mirar hacia la carretera.

— Llévame a casa, por favor — respondí de inmediato.

Él solo asintió y volvió a encerrarse en si mismo, me angustiaba no saber en que pensaba tanto pero tampoco tenía el valor suficiente de preguntarle. Por suerte estábamos a unas calles de distancia y no tardamos mucho en llegar.

Bajamos a la vez del coche y detrás de él puse rumbo hacia nuestro apartamento.

Nuestro... Aún recuerdo el momento en el que me pidió que nos fuésemos a vivir juntos.

— ¿Podría estar bien, no? Tú, yo, un pequeño departamento y un gato negrome dijo risueño mientras jugaba con los anillos de mis dedos.

— ¿Estás loco? A penas llevamos medio año juntosargumenté acompañado de una risita nerviosa.

Estoy loco por tiacotó esta vez mirándome. — Vivamos juntos Guppylo decía totalmente en serio, su mirada me lo confirmaba. — Me niego a perder el tiempo cuando se trata de ti, así que ¿por qué no formar nuestro futuro cuanto antes...? Di que pidió con un pucherito y acariciando nuestras manos entrelazadas.

— Darla, ¿entras? — volví al presente y me encontré a Mateo invitándome a pasar mientras mantenía la puerta abierta. Todo estaba tal y como lo dejé. — ¿Quieres algo de beber? — preguntó dirigiéndose a la cocina.

— No, gracias — rechacé y me senté en el sofá mientras inspeccionaba todo el lugar en busca de una bola negra.

— Debe estar descansando en la habitación, iré a por él — me comunicó mientras se perdía por el pasillo.

No me gustaba el ambiente tenso en el que nos encontrábamos y menos sentirme incómoda en el lugar que se supone que es mi zona de confort.

Mi teléfono volvió a sonar y esta vez sí lo atendí para evitar futuras llamadas.

— Papá — "saludé".

Hasta que te dignas a responder. ¿Se puede saber donde te metiste? ¡Me dejaste plantado! — su voz trasmitía que estaba muy enfadado.

si te vas; truenoWhere stories live. Discover now