Office

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Cuando a Conway le atraía alguien, su mente pasaba la mayor parte del tiempo imaginando situaciones que jamás iban a pasar. Los perjuicios que vivían en la ciudad no dejaban que su mente y experiencia divaguen en busca de una respuesta concreta a sus propias dudas.

Cuando miró a aquel chico rubio de tez blanca, ojos azules y mejillas rosadas, pudo recrear una imagen que ni él mismo era capaz de mantener bajo dominancia.

Su propio cuerpo caía bajo tentaciones que jamás se imaginó; la simple idea de tener a un hombre entre sus piernas era una idea que en toda su vida nunca se planteó. Pero la forma en la que ese chico de nombre Gustabo lo miraba y abría los labios para dejar salir frases para él, le llevaba a un escenario donde su propio pene era apresado por esos belfos rosados y sedientos de él.

Gustabo lo hacía distraerse de la realidad, cuando lo rozaba por accidente, Conway juraba que ese toque era más que sólo necesidad del contrario, se convenció a sí mismo que aquel joven igual estaba pasando lo mismo que él. Esperaba que todas las mañanas vaya a su despacho para darle el informe del día anterior, y mientras lo hacía, sus manos se movían y sus ojos no se despegaban de él ansiando ver más de su jefe y deseando ser él quien lo devore en vez de un maldito cigarrillo.

La entrepierna de Conway jugaba un reto de suma importancia, la melosa voz que embriagaba su oficina se había convertido en un toque de éxtasis que lo conducía a la lujuria. Sus ojos bajaron y aquel problema sólo lo cubría su pantalón, mientras Gustabo se daba la vuelta y lo dejaba a las vistas de su redondo y respingado trasero, Conway no dejaba a la deriva el imaginar cómo se sentiría si esas nalgas se moviesen sobre su pene; que aquellas nalgas se abran paso para acariciar toda su extensión haciendo fricción sobre él para darle placer, que él pueda tomar las caderas y con su fuerza moverlas hacia adelante y por detrás como si fuese su propia mano masturbándose.

Las mil y un maneras que pensó teniendo a Gustabo sobre él eran de esa manera. El chico le gustaba demasiado, tanto su cuerpo, como su propia mente retorcida, y Conway era un hombre con una experiencia innata capaz de darse cuenta cuando una mujer u hombre lo estaban volviendo loco con sus juegos.

Pero no podía detener a ese chico y estamparlo contra la pared en ese lugar, bajo el escritorio tenía un problema y no podía salir de su oficina con aquello entre sus pantalones, Gustabo lo miró dándose una media vuelta y sonrió cuando su jefe frunció los labios.

Le había causado una prominente erección sólo con su presencia y sabía que no era la primera vez, cerró la puerta y se acomodó de tal manera que su espalda tape el pequeño cuadrilátero de cristal que los dejaba expuestos. Conway alzó los ojos sorprendido cuando su subordinado le sonrió con picardía, aquel piercing en sus labios brilló por la luz cuando negó con su cabeza y se separó de la puerta no sin antes asegurarla.

Era sabido que en ese lugar tendrían que ser cuidadosos, pero Gustabo estaba dispuesto a jugar y terminar lo que él empezó y esta era su oportunidad para poder decir que su jefe lo había follado en su oficina; que Jack Conway le rompió el culo porque fue incapaz de resistirte ante él.

La sola idea de aprovecharse y tomar aquel momento como satisfacción pura, lo llevó a la conclusión de que si aceptaba ese encuentro, muchas cosas podrían cambiar. Tenía una facilidad con hacer que hombres y mujeres caigan ante él para aprovecharse y sacar provecho de manera monetaria, y aquel día que entró al despacho buscando trabajo como agente policial, supo que Conway era ese hombre que no con cualquier cosa caería, dudó por un momento si le atraían sexualmente los hombres como él, pero a pesar de estar a la deriva esa idea, nunca negó la posibilidad de una mente abierta y dispuesta a todo. Y con el tiempo, fue confirmando que la tensión que emanaba junto a él no sólo era por un odio mutuo, sino que iba más allá de lo mental.

SINNERS || INTENABO +18Where stories live. Discover now