The King

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¿Qué pasaría si Conway fuese un rey y Gustabo su mejor guerrero y a la vez su mejor bailarín?



















Entre guerras, aquel soldado que todos conocían de cabellos rubios y ojos color agua se movía con agilidad, rapidez y fuerza entre los hombres y cuerpos que luchaban por sobrevivir; se movía entre sangre, gritos de piedad y dolor.

Pero el rey sólo lo veía bailar alredor del salón con la mayor de la gracia que el ser humano podía recibir. Su propia figura se movía por los alrededores al compás de la lira que sonaba al fondo como el único instrumento capaz de hacer que las caderas y cintura de aquel chico se muevan hasta el punto de hacer babear a soldados y doncellas por cuán grandiosa perfección humana.

Pero nadie sabía que aquel chico bailaba sólo para un espectador y lo hacía para aliviar sus miedos y olvidar aquel río de muerte, que sus ojos se conectaban con el rey de Deodos cada que sus manos subían y hacían un arco para darle paso a una vuelta que terminaba con él en el piso. Su pecho intentaba llenarse de oxígeno bajo el sudor que resbalaba por su cuerpo, sudor que el más importante de los hombres envidió.

El bailarín se levantó, se despidió y salió del salón para terminar con su presentación dejando al rey con una suma erección que era cubierta por su traje largo y holgado hecho por las más finas telas postrado en su gran trono en el punto medio de aquel gran lugar adornado de frutas, vino, oro y metales preciosos dignos de un hombre valioso.

Pero sin importar que guerreros, sirvientes y doncellas estuviesen rodeándolo, pidió que aquel bailarín llegue hasta él para sentarse en su regazo como si fuese uno de los más grandes trofeos, incluso más valioso que una corona de laurel o algún regalo del dios Céfiro en tiempos donde el aire podría llevarse los conflictos.

El rubio llegó hasta él, sonrió y pegó más su cuerpo demostrando ser el único capaz de estar en ese lugar con el pene del rey chocando contra su trasero que era cubierto por un peplo que si cualquier hombre de ahí lo vistiera, le quedaría como una horrible tela colgante, pero con él y su cuerpo esbelto, aquella prenda famosa entre las doncellas le quedaba como una obra de arte capaz de ser esculpida por el mejor artista del palacio.

Las mujeres miraron aquella escena con celos, se levantaron y caminaron fuera del salón junto con los hombres que se iban intentando controlar sus propios miembros. Todos querían ver a aquel bailarín, a aquel chico que salvaría su reino, sin las prendas, sin estar cubierto; querían ver la divinidad desnuda que sólo el rey Conway era capaz de disfrutar.

A comparación de aquel joven, su cuerpo era más grande y fuerte, más maduro. Nadie se imaginaría que el hombre que tenía enfrente también era el soldado que con el rostro cubierto con acero y el cuerpo escondido en él, lo defendía de cualquier amenaza o de cualquier persona que quisiera tocarlo.

El rey lo tomó de la cintura y empezó a moverlo sobre su erección una vez nadie estuvo presente. La curvatura de su trasero sobre la fina ceda lo llevaba a un paraíso donde el más joven acariciaba todo su cuerpo, era tan suave y delgado que temió romperlo cuando alzó su vestimenta hasta quitársela para tenerlo sobre de él complemente desnudo.

—Mi señor —dijo girando su cuerpo para acercarse y besarlo mientras sus manos lo tocaban. La dureza de su pecho le hizo querer ser roto por él. —Pídame lo que quiera.

—Gustabo... —Dijo tomándolo de la cintura y haciendo que ahora se siente sobre él a horcajadas. Miró sus labios y pasó sus palmas por la ligera curva de su cintura hasta bajar a su trasero donde sus manos separaron los redondos cachetes mientras eran apretados. —De ahora en adelante sólo bailarás para mí.

SINNERS || INTENABO +18Where stories live. Discover now