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—No estoy de humor para salir hoy, es en serio —James se colocó la sábana sobre la cabeza. A penas eran las siete, pero él ya tenía el pijama puesta y no quería que nadie le molestara en un futuro próximo. Su día fue pésimo, de hecho, toda su semana fue un desastre tras otro y aunque ya debería estar acostumbrado, no conseguía mejorar su ánimo con nada.

—Vamos, levántate de una vez, no puedes abandonarme hoy, ya me habías prometido que saldríamos juntos —Vincent estaba sonriendo. Pero James sabía que el chico era como los ríos más peligrosos, esos que por encima presumían de sus aguas calmadas, pero con una corriente mortal debajo.

No iba a rendirse con facilidad.

—Me duele un poco la cabeza —se excusó, aunque no era la mentira más original del mundo, tampoco tenía muchas ganas de complicarse.

—No te duele nada, solo estás de mal humor, por eso tienes que salir conmigo —explicó el muchacho, dándole unas palmaditas por encima de la sabana, sin dejarse amedrentar por su tono quejumbroso.

Vincent era prácticamente su único amigo en todo el mundo y James lo apreciaba por eso. Ellos se habían vuelto cercanos gracias al equipo de básquet. El chico era un cabrón, así que no se llevaba con la mayoría de los jugadores, al final el único que estaba dispuesto a hablar con él era James y eso hizo que fuesen compañeros de soledad durante alguna temporada.

En la actualidad, el carácter de Vincent había mejorado, pero ya estaban tan acostumbrados al otro, que pasar tiempo juntos se volvió como respirar.

—No te vas a deshacer tan fácil de mí —espetó, sacudiéndole con fuerza. Esa era una buena frase para definir a su amigo, era un bicho duro de matar y persistente como las plagas.

James adoraba a Vincent la mayor parte del tiempo, pero en ocasiones como esta, quería tomarlo de sus camisas perfectamente planchadas, lanzarlo por la ventana y dejarlo todo en manos de la gravedad. Vincent se preocupaba por él, cosa que agradecía, pero también le encantaba meterse en líos y James no era la clase de chico al que le gustaran los problemas, si podía evitarlos los dejaba de lado.

La amistad era algo muy complicado.

—Vamos James, tienes que despejarte un poco, vamos a divertirnos —insistía con un acento muy marcado. Hablaba como un niño de papi, lo cual, hasta cierto punto, era.

James suspiró, él no era ningún amargado, le gustaba corretear por la ciudad con su amigo, pero ese día no tenía energías para nada. Los imbéciles de sus compañeros le habían hecho la semana cansada, sobre todo los del grupo de Don, quienes parecían encontrarlo en cualquier lugar del mundo para avergonzarlo.

Ya habían pasado más de veinticuatro horas y no conseguía sacarse de la cabeza el recuerdo de lo que ocurrió en el comedor y cómo vivió una de las peores humillaciones de su vida. No sabía por qué, pero ver la cara de sorpresa en aquella pareja había sido peor que perder su cabello por culpa de un grupo de imbéciles.

—No quiero divertirme —espetó, apretando los labios y girándose para quedar boca arriba en la cama. Estaba cansado y sólo quería enrollarse en las sabanas para olvidarse del mundo.

—Vamos ¿Sabes que estás de pésimo humor? Sé que lo sabes ¿Y sabes cuál es la receta para la felicidad? Despejar tu mente de cualquier sentimiento negativo —Vincent asintió con su enorme sonrisa de folleto. El muchacho era cómo un muñeco Ken en apariencia y tenían también el carácter de uno. Después de sufrir por culpa de unos pequeños problemas por mala actitud, ahora parecía una especie de monje zen.

Por lo general era algo que le gustaba, pero en ese momento solo quería darle un puñetazo en la boca.

—Me duele la cabeza, no quiero ir a un lugar donde lo único que voy a hacer es inhalar humo de cigarro de segunda mano y ver a otros embriagarse mientras yo tengo que mantenerme sobrio para asegurarme de no hacer el ridículo —espetó, incorporándose y dejando ver la parte superior de su cuerpo. Sin darse cuenta se alisó el cabello, para caer en cuenta de inmediato que no había mucho que acomodar—. Además, sabes que no me llevo del todo bien con el resto del mundo, no quiero tener que pelearme con nadie hoy.

El destino de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora