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James miró el bloque de departamentos donde vivía erguirse frente a él, esperando con las puertas abiertas para recibirlo dentro de sus solitarias paredes. Aquel lugar era muy popular entre estudiantes, sobre todo los que pertenecían a ciencias del deporte, ya que era barato y estaba cerca del campus, apenas tres cuadras a pie.

Las condiciones del lugar eran un poco precarias, pero para personas que solo necesitaban un techo, baño y wifi, era el paraíso.

—Ten, compré uno para ti, está comenzando a hacer frío —Donovan se había estacionado frente al edificio, justo donde estaba la tienda de veinticuatro horas y en lugar de despedirse se quedó un rato hablando con él hasta que terminaron bajando del auto para sentarse en una de las mesas delante del establecimiento. En ese momento estaban vacías, pero los dueños las colocaron para atraer a los grupos de estudiantes a pasar el rato y consumir sin darse cuenta de que lo estaban haciendo. Esas mesas eran una trampa para los chicos que vivían en el edificio.

—Gracias —James sostuvo el vaso de café en sus manos. Parecía que esa tarde en específico estaba comenzando a soplar un viento frío, pero no quería entrar en su cuarto todavía, le gustaba la idea de pasar el rato con Donovan, aunque su corazón estuviera hinchándose con un montón de molestos sentimientos que no deseaba.

—Este lugar es agradable, parece un barrio muy tranquilo —comentó mirando a los alrededores, donde algunos chicos estaban sentados en las banquetas y las casas tenían sus puertas interiores abiertas, dejando incluso sus rejas sin cerrar de manera bastante despreocupada.

—Lo es —respondió—. La gente se duerme hasta tarde y siempre hay personas en la calle, es difícil que algo malo pase por acá aparte de situaciones familiares problemáticas —James le dio un sorbo a su café y sintió como el calor entraba en su cuerpo.

Estaba cansado, pero sabía que si iba a casa no podría dormir.

—En donde yo vivo las calles están desiertas a esta hora, la casa es buena y los guardias siempre están atentos, pero las personas parecen gallinas. Se duermen todos a las ocho de la noche —explicó, sonriendo de esa forma tenue que a James comenzaba a gustarle tanto. Si pudiera estaba seguro que la guardaría y la enviaría al estado para postularla como patrimonio cultural de la nación.

Donovan tenía un lenguaje corporal que lo hacía ver bastante genial. Era lento, controlado, como si estuviera posando todo el tiempo, sus ojos eran dormilones, de color verde y parecían mirar el mundo con desinterés y cansancio. Sin embargo, a pesar de las apariencias era una persona bastante activa, siempre tenía algo en mente, todo el tiempo se le ocurrían cosas que hacer. En ese momento, mientras se tomaba un café, recostado en el respaldo de una silla de hierro parecía colocado en ese escenario a propósito para embellecer la imagen y llenar un espacio mundano con su elegancia.

—¿Vives en un residencial? —Preguntó, levantando una ceja—. Digo, por lo que mencionas de los guardias.

—Si —Donovan le tomó un sorbo a su café e hizo una mueca ante el contacto con el liquido demasiado caliente—. Rento con Skylar, nos vamos a mitades. Es un poco caro, pero mi madre está segura de que es un buen lugar para mí —él se encogió de hombros—. No sé, le gusta que haya guardias y eso, está a diez minutos del campus a pie y a un suspiro en auto.

—Mis padres querían que rentara en un residencial —comentó haciendo una mueca—. Pero me quedé aquí porque era más conveniente —explicó—. No quiero tomar un autobús y no se manejar un auto, así que esto está bien, todo me queda cerca y el espacio es suficiente para una persona —explicó, omitiendo el hecho de que a sus padres también les preocupaba que, al vivir en un edificio para estudiantes, tuviera sexo peligroso y metiera a cualquiera a su habitación. James tuvo que pelear para convencerlos y finalmente ellos aceptaron, pero sabía que le mandaban mensajes a Vincent con regularidad para preguntarle cómo iban las cosas.

El destino de las estrellasWhere stories live. Discover now