Confianza.

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El tiempo con Calum había pasado volando. Él no había captado la forma en que mi actitud cambió cuando pronunció ese “tú”. Pero yo sí. De todas formas, todavía no estaba lista para perdonarlo. Me refiero a que estuve malgastando (bueno, quizá no malgastando, pero sí pasando) tres años escribiéndole cartas. Sé que puede sonar bastante resentido, y puede que un poco lo sea, pero seguía lastimada.

Nos habíamos pasado toda la tarde tomando café o jugo y hablando sentados en mi sillón de dos cuerpos. Habíamos empezado a confiar en el otro nuevamente, al menos lo suficiente para sentarnos cerca.

Me había contado que en estos tres años había comenzado la carrera de profesor de música, y que era de los mejores alumnos. Gracias a eso, le habían ofrecido una beca en el segundo cuatrimestre del segundo año. Me dijo que se fue a vivir solo, en algún edificio cerca de Times Square. Predecible de Calum. Su departamento era bastante amplio y luminoso, según su descripción. Tenía un balcón que daba a la calle, y qué no daría yo por pasar una noche ahí. No malinterpreten, pervertidas. Amo los balcones y las luces de Nueva York, incluso aunque me haya escapado de esa ciudad. Tenía un trabajo en algún tipo de restaurant italiano (sí, en Nueva York podías encontrar lo que sea, literalmente) apartado de las avenidas principales. Uno puede amar mucho Nueva York, pero al ser la ciudad que no duerme, podía hartarte. Así como me pasó a mí.

Pero creo que, lo que más me llamó la atención de todo lo que me había enterado, fue de “su” chica. Me dijo que había salido con alguien hace cosa de medio año, pero en realidad no habían ni siquiera llegado a cumplir los dos meses. Según como la describía, la chica era la típica que quiere estar siempre a la moda, que el dinero lo es todo y, bueno... una popular, como se diría en un cliché. Me pareció extraño que Calum me haya mandado esa foto el día anterior y que hoy me hable de esta forma de ella. Él no era así, no sin una razón. Pero tampoco iba a preguntar, él ya podía hacer lo que quisiera. Y si quería hablar mal de su ex novia con su otra ex novia, pues que lo haga, ¿quién era yo para frenarlo?

Yo no hablé mucho, le conté cómo había ido mi vida y la forma en que mi relación con mi familia de a poco se marchitaba. Le dije que eso me ponía triste y me abrazó. Extrañaba sus abrazos, eran tan reconfortantes. Siempre lograban hacerme sentir mejor, en cualquier situación en la que me encontrara.

El tema de las cartas jamás salió a relucir, y creo que en parte yo lo prefería así. Estábamos volviendo a ser cercanos, o eso creía, y hablar del tema tensaría las cosas. No quería eso, y esperaba que él tampoco. Pero seguía sin explicarme qué hacía en Maine si la foto que él me había mandado me había dejado completamente en claro que me había olvidado.

—Cal, ¿has venido a Maine antes? —pregunté.

—Sí, con Marlene. Iba a buscarte, en realidad tenía la esperanza de cruzarte. Yo había decidido que vengamos aquí. Incluso un día mientras ella salía de compras, te busqué, aunque no parecía correcto. Pero me dijeron que estabas de viaje.

—Sí, había ido a Florida.

—que cumpliste el sueño.

—El sueño siempre fue Disney, y aún está en mi lista —señalé.

Él asintió y caímos en un incómodo silencio. No tendría sentido caer en un silencio así de incómodo sino fuera porque cuando habíamos cumplido un año de relación, habíamos prometido ir a Disney juntos. Supongo que en mi viaje a Florida no había pisado Disney porque una parte de mí tenía la esperanza de que Calum volviera. Que cumpliera la promesa. Ahora parecía tan posible como lejano.

—Bueno, podemos tratar de forjar una amistad y cumplir la promesa, ¿no?

—No lo sé —lo corté.— Algunas promesas están hechas para romperse.

Seguimos hablando de otros temas aleatorios, sin tocar nada sensible o que pudiera despertar recuerdos. Los libros que yo había leído, las películas que él había visto. El clima en Maine, las luces de Nueva York. Cómo estaba Ashton, el mejor amigo de Calum. Le hablé de Amber, porque ellos eran grandes amigos y lo dejaron de ser cuando la arrastré conmigo hacia Maine. Me daba pena, enserio, pero Amber lo había decidido. Un poco el venir a Maine, pero sí el dejar de hablar con Calum. Se había sentido tan dolida como yo, después de un tiempo, con el hecho de que no tratara de comuniarse conmigo. Y simplemente le dejó de contestar los mensajes de un día para el otro. Muy Amber.

Estaba anocheciendo y Calum debía volver a su casa. Era triste, pero tampoco podía pedirle que se quedara. Apenas hoy nos habíamos reencontrado, sería extraño. Me ayudó a lavar las tazas del café y los vasos del jugo. Se lo agradecí y preparó sus cosas para salir. Busqué un saco, la noche en Maine en estas épocas podía ser cruel y fría si se lo proponía.

—¿Voy a volverte a ver? —preguntó.

—Estás en Maine, Cal. Sabes dónde vivo. Hoy estabas en mi parque favorito, donde voy todos los días a correr. ¿Tú crees que no nos volveremos a cruzar?

—No me refiero a eso, Amelie —me contestó.— Te pregunto si quieres que nos volvamos a ver, que sigamos hablando y tratando de reconstruir... esto.

—Define esto —esquivé su pregunta.

—Una amistad, supongo. ¿Qué dices?

—Acepto. Mañana en Chocolate Letters, cinco de la tarde.

—Uh, ¿mañana? —vaciló.

—Tienes razón, no. Quizá no debería aceptarlo, es demasiado...

—Ahí estaré —me interrumpió.

Sonreí. Bastante cómico, pero era como si las piezas de mi corazón que habían estado dispersas por el mundo, volvieran a unirse. O quizás solamente faltaba una pieza, y esa era Calum. No sé si es cliché, pero sí cursi. Qué lindo, y qué asco.

—Te veo mañana a las cinco, Am.

—Te veo mañana a las cinco, Cal —contesté.

Él se acercó lentamente, suponía que para un abrazo o un beso en la mejilla. Pero me tomó desprevenida dejándome un corto beso en la boca. No solamente porque no me lo esperaba, sino porque quería que durara más tiempo. Fueron tres años, no podía hacerme esto ahora. Me había prometido olvidarlo en cuanto dejé la carta en el correo. ¿Por qué, Calum? ¿Por qué apareces cuando decido seguir adelante con mi vida?

—Tenía que hacerlo una última vez.

Se encogió de hombros, y se me encogió el corazón. Una última vez. Él ya me había dado por perdida, incluso cuando me estaba volviendo a ganar. No podía dejar que las cosas queden así, tenía que hacer algo. Calum había vuelto y no iba a dejar que se vaya de mi vida tan fácil. No otra vez.

—¡Chocolate Letters! —grité y vi como una sonrisa se dibujaba en su rostro.

Una parte de mí sabía que no iba a ser capaz de olvidar a Calum, y menos ahora que nos habíamos reencontrado. Todavía me dolía la carta, pero, ¿a quién le importaba? A mí no, no con él ahora aquí. No iba a olvidarlo, aunque me estaba fallando a mí misma. Pero al fin y al cabo, las promesas están hechas para romperse.

Retrouvailles » c.hWhere stories live. Discover now