Nueva York.

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El viaje de vuelta, después de las palabras que le dije a Calum, no fue el más cómodo de todos. No hablamos. Nadie prendió la radio. Hacía frío, así que las ventanillas estaban altas. Calum no sacaba la vista de la carretera, y yo no dejaba de mirarlo de reojo. Sabía que se daba cuenta pero, ¿a quién le importaba? No sabía cuándo iba a volver a verlo. Ni siquiera sabía si las cosas iban a volver a ser como antes de esta noche. Creía haberla cagado. Quizá, en ese momento, la había cagado. Pero, ¿era un pecado ser sincera? No quería volver a Nueva York, ni con ni sin él. Lo amaba, pero no como para sacrificar la vida que me había hecho ya aquí. No como para arrastrar a Amber de vuelta a Nueva York. No como para volver al caos de esa ciudad. O quizá sí, pero iba a tomar la poca decencia que me quedaba y me quedaría donde ahora era mi hogar. Y Nueva York no entraba en esa categoría. 

El viaje no fue muy largo, en realidad, pero se me hizo eterno. En la puerta del edificio, él se bajó y me abrió la puerta, como hubiera hecho si todo hubiera salido perfectamente. Me acompañó hasta la puerta a unos centímetros de distancia, ni siquiera nos tocábamos. 

—Calum, enserio lo siento. Pero así son las cosas, no voy a darte falsas esperanzas. No puedo volver a esa ciudad de locos. 

—Está bien —dijo él, no muy convencido.

—No, tú no lo estás. Solamente... —me encogí de hombros,— no puedo. Es todo. No tengo toda una excusa o un pretexto armado. No puedo es lo único que soy capaz de decir.

Él sacudió la cabeza.

—No quiero más explicaciones, Consuelo. Respeto tu decisión. Estoy cansado y tarde. Mañana te hablaré por mensaje, ¿quieres? Buenas noches, y descansa. 

Se dio media vuelta y se fue sin más. Ni un beso. Ni un abrazo. Ni siquiera me dio la mano. No me tocó en toda la noche, desde que volvimos. Estaba lastimado, lo entendía bastante. Pero, ¿qué quedaba de mí con las cartas? Siempre trataba de dejarlas atrás, pero claramente siempre volvían. Lo había perdonado muy rápido, ¿no podía dejarme pasar esto? ¿No lo entendía? Yo también sufrí mucho en su tiempo, y no podía volver a arriesgarme. Era peligroso.

Entré corriendo y ni bien entré a mi departamento, llamé a Amber. Aunque no me lo hubiese dicho explícitamente, sabía que iba a estar despierta, esperando todos los detalles sucios. Bueno, los que se suponía que iba a haber. Respondió al teléfono bastante entusiasmada después del segundo tono. En cuanto escuché el nombre de Calum salir de sus labios y atravesar la línea, rompí a llorar. No cortó, pero tampoco dijo nada. A los quince minutos, estaba en mi habitación consolándome.

—Mira, Consuelo —con ella también había tenido que darme por vencida con el tema de mi nombre—, era claro que esto iba a llegar tarde o temprano. Era esperable. Lastimosamente, llego temprano. Y lo siento mucho. Me imagino lo que debe ser atravesar esta situación, y no creo que sea nada bonito. Te diría que te pongas feliz porque, aunque sea por un tiempo lo recuperaste, pero no es tan fácil. No es como decir unas palabras y todo solucionado. Sé que no es así. 

—No puedo creer que no lo entienda. ¿Acaso se olvidó que hace no mucho tiempo, él me devolvió todas y cada una de mis cartas con una foto besándose con otra tipa? ¿Y así y todo volvió, y yo lo perdoné y todo estaba bien hasta esta noche? 

—Seguro que lo sabe —trató de calmarme mi mejor amiga—, pero se cegó. Realmente tenía muchas esperanzas, y quizá atravesará fases como la ira o la tristeza por esto. Pero lo va a aceptar, y verás que todo mejorará, con o sin él. 

Asentí, sin expresión alguna en el rostro.

—Te dejaré descansar, ¿vale? Tienes un pote de helado en el freezer por si tienes hambre, algunas películas románticas en el sillón del comedor y mi teléfono estará prendido en sonido toda la noche, ¿de acuerdo? Puedes llamarme pase lo que pase, bueno o malo. No quiero que lo dudes. Cualquier cosa, me llamas.

Volví a asentir, con una mueca como sonrisa y las lágrimas todavía cayendo por mis mejillas. No tenía caso limpiarlas, si al fin y al cabo siempre surgían nuevas. Se levantó y se fue sin decir más nada, aunque en realidad no lo necesitaba. El simple hecho de que hubiera volado hasta mi casa y me hubiera consolado demostraba lo incondicional que era. 

No tenía hambre ni humor para ver películas. Tampoco iba a llamarla a Amber, porque vendría únicamente para verme mirar el techo y pensar. Así que solamente me quedé haciendo eso, y dando vueltas en mi cama. El celular vibró, e iba a ignorarlo. Mis pensamientos me habían atrapado casi lo suficiente.

"Tengo que viajar una semana a Nueva York por problemas familiares. Quizá después vuelva unos días más, ya sabes. Supuse que querrías saberlo."

La única razón por la que no me largué a llorar nuevamente era porque había llorado lo suficiente, y mis ojos no querían dejar salir una sola gota de agua más. Pero pude sentir mi corazón romperse de a poco, hasta prácticamente quedar hecho cenizas. ¿Qué hacías cuando la única persona que podía arreglar tu corazón con un beso, lo quemaba y lo pisaba constantemente? Porque si se iba, iba a quedar quemada y pisada y rota. Y si se quedaba conmigo, esta no iba a ser la última vez que me sentiría de esta forma.

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