Segunda primera cita.

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La primera vez que vi a Brandon después de esa noche loca en la que lo besé, traté de dejarle en claro, indirectamente, que todo había sido una equivocación. Lo entendió bastante bien, creo. Dijo que él había sido un idiota al no frenarme. Coincido. Bueno, no es cierto. La idiota he sido yo. De todas formas, no es el punto principal. 

El punto es que me estaba arreglando para mi ¿segunda primera cita? con Calum. Es decir, íbamos a salir en una cita, pero claramente no era la primera. Habíamos tenido una hace muchos años, en Nueva York. Y esta vez sentía exactamente los mismos nervios que en la primera. Me sentaba en el sofá, me levantaba y daba una vuelta por la casa, para volver a sentarme. Estaba lista media hora antes de que él pasara por mí. Pero me conoce también, quince minutos antes estuvo en la puerta. Me coloqué bien mi gorro y bajé las escaleras rápidamente. El ascensor era una opción, pero bajar las escaleras calmaba mi estrés. 

Me saludó con un corto beso en los labios y me llevó de la mano al auto. Durante el viaje, su mano estaba apoyada en mi rodilla, cuando no iba a la palanca de cambios. Me pidió que confíe en él y cerrara los ojos. Lo hice, y me ató una venda, cubriéndolos. Sentí que la puerta del auto se abría a mi lado y sus manos tomaban las mías, ayudándome a bajar. Tenía miedo, por alguna razón, de que podría encontrarme cuando la venda dejara de anular mi vista. Pero confiaba ciegamente en Calum, así que seguí caminando con su mano en mi cintura, lentamente, a su lado. Sin duda, estábamos al aire libre. Debíamos de haber llegado, porque Calum se detuvo de repente y rompió el silencio. 

—Te sacaré la venda, pero no debes abrir los ojos hasta que te lo diga, ¿de acuerdo? 

Asentí con la cabeza, ansiosa. Hizo lo dicho, y incluso sin abrir los ojos, pude notar oscuridad. Escuché un chasquido y mis párpados se inundaron con luz, que después disminuyó pero no se extinguió. Eso se repitió cuatro veces. Después escuché algunos repiqueteos, como si algo chocara contra ¿cerámica? Pude sentir a Calum acercándose. Se colocó atrás mío, sus brazos rodeando mi cintura y su mentón en uno de mis hombros.

—Realmente espero que te guste. Ábrelos.

De a poco los abrí, tratando de acostumbrarme a la oscuridad del lugar. Primero entrecerré los ojos, y cuando mi vista pudo ajustarse, sonreí. Estábamos exactamente en el mismo lugar donde yo había visto a Calum aquel domingo, cuando nos habíamos reencontrado. Una manta amplia, como para dos cuerpos acostados, en el pasto. Un pote de Nutella y arios platos hondos llenos con cosas dulces y frutas: malvadiscos, Rocklets, maní con chocolate, chocolate puro, frutilla, banana y naranja. No había nada más, así que supuse que esa sería nuestra cena. Le agradecí internamente por toda la comida chatarra. En cada una de las esquinas de la lona había una vela, todas color crema. Cerré los ojos, voluntariamente esta vez, y aspiré. Pude sentir olor a vainilla. Eran aromáticas, Calum sabía que las amaba. Esta noche, estaba tocando todos mis puntos débiles. 

Sin decir palabra, me di vuelta y lo besé. Digamos que en estos días nuestra relación había avanzado.. bastante. Bueno, en realidad la mayoría del tiempo era como si estos tres años nunca hubieran existido. Pero siempre volvía a encontrar mis cartas y las pesadillas volvían a atacar durante el día, sabiendo que él iba a tener que volver a Nueva York tarde o temprano. Pero en cuanto volvía a verlo toda duda o miedo desaparecía. Y la rueda volvía a empezar. 

Nos sentamos en la lona y empezamos a comer. Todo, absolutamente todo, con un poco de Nutella encima. Y diablos, iba a quedar como una bola de grasa, pero definitivamente valía la pena. Una de las cosas que me encantaba poder hacer era comer sin culpa. Aunque al día siguiente tenga que correr más de lo normal. No importaba. Cuando se nos había acabado la Nutella, habíamos empezado a arrojarnos comida para que el otro la atrapara con la boca. Algo así como High School Musical 2, pero sin la parte musical y de noche. 

Cuando sabíamos que para seguir comiendo necesitaríamos estómagos nuevos, nos acostamos en la manta, dejando todo en el pasto. Su brazo por sobre mis hombros, mi cabeza en su pecho y él acariciando arriba y abajo mi brazo. Lo abracé por la cintura y nos quedamos quién sabe cuánto tiempo mirando las estrellas. En mi mente, las unía y hacía frases o dibujos, porque la única constelación que conocía eran las Tres Marías. Cómico poder admirar las estrellas sin la luz de la ciudad, y no poder apreciarlas del todo. Estaba quedándome dormida cuando habló.

—¿Crees que algún día podré recuperarte?

Abrí los ojos de golpe y suspiré. Pero no de una mala manera, todo lo contrario. Besé su pecho y no emití palabra.

—¿Consuelo? 

Durante esta semana, Calum me había convencido de que mi nombre era hermoso (de todas formas, solamente lo aceptaba de su boca) y que quería llamarme por él. Le costó convencerme (o quizá no tanto), pero lo acepté.

—¿Calum? —contesté riéndome.

—Contéstame —se removió, incómodo.

Me senté, cruzada de piernas, mirándolo desde arriba.

—Te contestaré con otra pregunta, ¿qué te parece?

Suspiró frustrado, pero asintió resignado.

—¿Cómo puedes recuperar algo que jamás has perdido, que siempre ha estado allí? Es como cuando buscas una lapicera e insultas a todo el mundo, los acusas de habértela robado. Y luego levantas la vista, justo cuando te estás dando por vencido, y ves que la tienes en la mano. Una persona que siempre estuvo a tu lado, física o sentimentalmente, no se puede recuperar si nunca se fue.

Él sonrió y se sentó para besarme. En eso pasó la noche. Algunas confesiones, besos, abrazos y silencios cómodos. Me llevó de vuelta a casa, pero me quedé dormida contra la ventanilla. Había sido una noche larga. Quizá mi cuerpo no estaba tan cansado, pero mi cerebro pedía un momento de relax. Fuimos hasta la puerta de mi departamento, aunque en realidad yo iba casi colgada de Calum por el cansancio. 

—¿Puedo pasar o me dejarás afuera como la primera vez? 

Me reí ante su alusión, sinceramente no me lo esperaba. Si bien mis ojos seguían tratando de cerrarse, estaba un poco más despierta que antes.

—No hago cosas sucias en la primer cita, lo siento —me encogí de hombros, mientras citaba a mi yo de hace cinco años.

Sabía que en realidad él no quería pasar, sino que era más para no despedirse que otra cosa. Pero mi cuerpo y mi cerebro pedían un basta por hoy, así que lo besé en los labios, tranquilamente, alargando el beso lo más posible y sin decir más, entre a mi hogar. Déjandome simplemente las calzas y la remera básica que tenía abajo de todo mi atuendo, me tiré en la cama mirando al techo. Entonces lo entendí.

Algo siempre me llevaba de vuelta a él, y nunca solía tomar mucho tiempo. Al fin y al cabo, por más que fueran tres años de cartas, cuando me quería convencer de que todo había terminado, nuevamente me hallaba escribiendo una nueva carta. Me tenía atada sin cadenas, cayendo rápidamente, tanto que nadie podría frenarme ya. 

Retrouvailles » c.hWo Geschichten leben. Entdecke jetzt