Enfrentando miedos.

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Volver a ver a mi mamá, a mi papá y a mi hermano después de tanto tiempo. Puede que casi no los haya nombrado, pero son una de las partes más importantes de mi vida. Amber y Calum me despidieron, ninguno de los dos logró venir. Calum no podía por el dinero, los pasajes de avión no eran un regalo. Amber tenía que recuperar algunas materias que había rendido mal para que le dieran el título por el que tanto se esforzó.

En el aeropuerto me recibieron emocionados, a pesar de la causa por la que había venido. Hacia demasiado tiempo no los veía, y tengo que admitir que se me escaparon algunas lágrimas. Sobre todo cuando abracé a mi hermano mayor. Ni siquiera él podía protegerme de mi futuro incierto, pero inseguro.

Llegué a mi casa, a mi verdadero hogar, donde sabía que pertenecía pero no podía volver. Me bañé mientras mis padres volvían al hospital, donde estaba toda mi familia recluida. Mi hermano me esperó, y hablamos todo el camino hasta el establecimiento. Me contó que había decidido seguir una carrera de administración de empresas y que empezaría en el próximo año. Recuerdo que se había tomado un año sabático, que luego se convirtieron en dos... Luego consiguió trabajo, y dejó el estudio por seis años. Mis padres jamás habían estado de acuerdo, así que apostaba mi cabeza a que estaban saltando en un pie de la felicidad. Sobre todo mi madre.

Llegamos más rápido de lo que me hubiera gustado, y ni bien entré al lugar sentí que el estómago se me caía. Tenía esperanzas que, después de tres años, no todo volviera a la normalidad. No podría haber estado más equivocada. Subimos y nos quedamos en la sala de espera afuera de la habitación de mi tía. Estábamos todos ahí, excepto claramente mi tía y mi tío, su esposo, que se encontraba en el cuarto con su mujer. Jugaba con mi celular, lo bloqueaba y jugaba con mis dedos. Miraba alrededor, los cuadros, las paredes color crema, el piso blanco brillante. El olor a desinfectante llenaba mis fosas nasales. La ansiedad me carcomía por dentro.

La puerta de la habitación se abrió y primero salió un médico vestido todo de blanco con ojeras que se verían a cuadras de distancia. Atrás, salió mi tío. Sonrió en cuanto me vio, pero yo lo ignoré y fui directo al doctor. Nos comentó la situación en la que se encontraba mi tía. Estaba frágil, bastante, y nos dijo que si le dábamos tiempo, había altas chances de que se recuperara. Todos dejamos caer los hombros, felices pero cansados de preocupaciones. Él se disculpó y se fue, yo atiné a irme a sentar pero mi tío Arthur me frenó y me abrazó. Me frotaba la espalda y cada vez me ponía más tensa y un escalofrío recorría mi columna vertebral. No le respondí el abrazo.

—Te extrañé —me susurró en el oído.

Me separé de él lo más rápido pero disimulado que pude y volví a mi lugar, todavía con escalofríos. Mis pocas esperanzas de no tener que volver a involucrarme en mi problemita se fueron junto con los escalofríos, dejando nada más que miedo a ese hombre que fingía de la mejor manera. Fingía como yo lo hice hace tres años atrás, cuando nadie se enteró la verdadera razón por la que me quise escapar de Nueva York.


De vuelta en casa, con los escalofríos en el pasado (bueno, igual sabía que iban a volver), me duché y por primera vez en muchos años, cené con toda mi familia junta. A pesar de que volver a este lugar terrorífico para mí significaba muchas cosas malas, tengo que admitir que esto lo extrañaba con todo mi ser. ¿Cómo no me había dado cuenta antes de lo importante que es mi familia para mí? Iba a seguir viviendo en Maine pero, ¿por qué no los llamaba más seguido? ¿Por qué no le preguntaba a mi hermano si salía con alguien? ¿Por qué no le preguntaba a mis padres si los habían ascendido? Iba a cambiarlo desde entonces. Algunas lágrimas de emoción se cayeron, pero después pasaron a ser lágrimas de risa por las idioteces que hablábamos y los recuerdos de toda mi vida. Estaba feliz, a pesar de todo me iba a dormir feliz. Eso pensaba.

Arriba, me puse de costado y me acomodé en mi vieja cama, sonriendo. Mi teléfono empezó a sonar. No podía ser Calum. No podía ser Amber. Atendí con voz somnolienta.

—¿Hola?

—¿Me extrañaste? No pienses que te vas a ir de Nueva York tan fácil, no vas a volver a escaparte, Consuelito.

Corté automáticamente. No lo tuve que pensar dos veces. Este tipo de llamadas a la noche era algo a lo que me había, digamos, acostumbrado. Intimidantes, ¿no? Las tuve que soportar hasta que me mudé. Iba a tener que tolerarlo hasta que la tía mejorara y yo me pudiera volver a mi lugar. Pero mientras tanto, mi tío Arthur iba a estar ahí para torturarme y recordarme cada día los peores momentos de mi vida.



PERDÓN PERDÓN PERDÓN. NO ACTUALIZO HACE COMO DÉCADAS. El colegio me tiene como loca, literalmente. Estoy muy estresada, y apenas tengo tiempo para nada. No solo con las materias, sino que hay mil temas más en mi vida. Este capítulo, aunque lo ven corto, me tomó como cuatro días hacerlo por el simple hecho de que lo empezaba y ya me surgía algo por hacer. En serio, mil perdones. Voy a tratar de actualizar más seguido, ¡no me odien! Las adoro, gracias por apoyarme.

Retrouvailles » c.hWhere stories live. Discover now