25. Jade me es infiel

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Cuando Vicentico dijo "Los caminos de la vida no son lo que yo pensaba", jamás me imaginé que se refería a que yo podría acabar durmiendo en la casa de Jade.

No tenía a dónde ir.

Mi casa estaba muy lejos como para llegar a pie y ningún transporte hacía el recorrido entero. Mamá apenas acababa de entrar a su trabajo y sabía que sería evidente que algo andaba mal si me aparecía en su oficina a las nueve de la mañana con resaca cuando debería estar durmiendo.

Normalmente iría a la casa de Charlie si tuviera un problema. Pero mi orgullo me hizo descartar la idea.

Además, pensé, sus padres me tienen entre ceja y ceja desde que la ayudé a robar la guitarra.

Siempre tuve la sospecha de que les caía mal, pero ahora ellos tenían una excusa para prohibirme aparecerme en su casa. Si es que Charlie no me echaba primero, como debería, después de lo que yo le hice.

Le escribí un mensaje rápido a Jade con lo poco de batería que me quedaba mientras me acercaba a su calle.

"Estás en tu casa, verdad?".

Entonces, el teléfono se apagó.

Suspiré y lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta, donde descansaban las llaves de la casa de Noah.

Había pensado en lanzarlas al pasillo para que ella las recogiera si bajaba, pero luego pensé en que podría ser peligroso dejarlas al alcance de cualquiera y las acabé robando.

Cuando creía que no podía caer más bajo, me acababa sorprendiendo.

Arrastré los pies hasta la calle donde Jade vivía, con casas enormes de murallas gigantes. Los árboles se mecían con suavidad y dejaban caer hojas amarillas y anaranjadas por toda la acerca. Algunas crujieron bajo mis pies y otras se elevaron sobre el suelo cuando las pateaba.

Cuando me detuve frente a la puerta negra que ya conocía no pude evitar echar una mirada hacia la casa vecina.

Suspiré y llamé a la puerta. Si su madre salía a recibirme, mi plan era decirle que Jade me debía más dinero y que no tenía a dónde ir. Lo primero no era necesario, pero quería molestarlo.

Por fortuna, quien atendió fue el muchacho. La enorme puerta se deslizó con facilidad detrás de la muralla y reveló su rostro adormilado.

Estaba despeinado y tenía ojeras bajo sus ojos. Dormía con una camiseta con dos palos de lacrosse cruzados en el pecho y no pude evitar rodar los ojos, porque era exactamente igual a la mía.

Se refregó un ojo con cansancio y suspiró.

—¿Qué quieres? —preguntó con la voz ronca.

—He peleado con Noah —murmuré—. No tengo a dónde ir.

Creí que sería más difícil decirlo, pero extrañamente las palabras salieron con facilidad de mí. Suponía que, a diferencia de las chicas, no me importaba la manera en la que él me percibiera.

Me miró a través de sus pestañas con cansancio.

—Ven —dijo y abrió más la puerta para que entrara.

Suspiré aliviada y pasé bajo su brazo.

Pero el alivio no me duró tanto porque, parada junto a la puerta de entrada, se apoyaba Charlie de brazos cruzados.

—Oh. —Me detuve en seco y la miré con sorpresa—. Tenías visita. —Retrocedí un paso e hice amague de girarme para volver por donde llegué—. Mejor me voy.

¿Escuchas Girl in Red? | PRONTO EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now