27. Reunión en la ducha

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Intenté disimular lo mejor que pude el hecho de que Noah y yo estábamos peleadas. En primer lugar, porque mamá y papá no sabían que habíamos terminado. Y, en segundo, porque no quería que Charlie se sintiera más incómoda de lo que lo estuvo toda la semana.

El hecho de solo pensar en cómo le explicaría a mis padres que había acabado mi relación con mi mejor amiga de toda la vida en tan solo un mes me estresaba. Me sentía un terrible fracaso, aunque supiera que ellos no me juzgarían.

Para cuando mamá y papá consiguieron vender todas las mermeladas, la feria ya casi acababa y era más de media noche. Metimos todas nuestras cosas en el auto con cansancio y nos apretujamos las tres en los asientos traseros, con Charlie en el medio.

Dormimos casi todo el viaje. No me desperté hasta que el auto se detuvo delante de la casa y Charlie apartó mi cabeza de su hombro con una mano.

—Hueles a tierra —se quejó.

Froté mi frente contra su hombro para pegarle mi olor y ella soltó un quejido, pero estaba demasiado cansada como para defenderse.

Cuando miré a Noah la encontré completamente despierta, con la cabeza apoyada contra el cristal y el cuello de su abrigo cubriéndole la mitad del rostro. Había subido las piernas sobre el siento y las abrazaba. Era tan pequeña que entraba sin problema.

Metimos los cajones vacíos y la mochila de mamá en la casa, pero nuestra fuerza de voluntad llegó hasta la sala de estar. Mamá y papá subieron directamente a su cuarto y nosotras hicimos lo mismo.

Normalmente entrábamos las tres en mi cama de dos plazas sin problema, y esa noche yo estaba lo suficiente cansada como para que no me importara dormir pegada a Noah

Charlie se dejó caer sobre mi colchón y yo a su lado. Noah se sentó en el borde y comenzó a quitarse los zapatos con calma, como si no quisiera llamar nuestra atención.

—Te he dicho que hueles a tierra —repitió Charlie, quien tenía el hocico a un par de centímetros de mi cabeza. Empujó mi cabeza lejos de ella con una mano—. Báñate.

—Nooo —me quejé. No quería levantarme—. ¿Por qué tú no hueles a tierra?

—Ya te he dicho que yo sí me baño. —Apoyó la planta de su pie descalzo en mi espalda y me empujó con suavidad hasta el borde del colchón—. Báñate o deja que Noah duerma en el medio.

Abrí los ojos y me senté antes de frotármelos.

—De acuerdo, me bañaré.

—Ya era hora.

—Nos guardas el agua.

Les eché una mirada molesta.

—De todas formas, Noah quería contarte algo.

Las risas cesaron y la aludida abrió más los ojos antes de entrecerrármelos con rabia ¿De verdad pensaba que me iba a olvidar de eso?

Recogí mi ropa del mueble y salí del cuarto. Había un baño en el primer piso y en la planta baja, pero no quería despertar a mis padres, así que usé el de abajo.

Da un poco de miedo bañarse en la madrugada cuando no hay nadie alrededor, y mucho más estando en el medio de la nada, pero tantos años así ya me habían acostumbrado.

Me metí en la ducha y dejé que el agua corriera. Charlie tenía razón: estaba mugrosa.

Estuve un par de minutos viendo el agua con tierra escaparse por la tubería antes de comenzar a lavarme el cabello.

Entonces escuché la puerta del baño abrirse y cerrarse con fuerza.

Di un respingo y me aferré al grifo para no caerme.

¿Escuchas Girl in Red? | PRONTO EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now