7. Tengo un gay panic

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—¿Cuánto me vas a pagar por no decirle? —preguntó Jade.

Hice lo que tenía que hacer: alcé el brazo y le di un puñetazo.

No fue con taaanta fuerza. Estaba segura de que no lo habia lastimado, pero la sorpresa lo hizo soltarme y yo aproveché para echar a correr.

Me perdi entre el tumulto de gente y el laberito de puestos. Escuché a Jade llamándome pero no me detuve. Di un par de vueltas hasta perderme y descansé para tomar aire junto a un puesto de hamburguesas.

Compré una botella de agua y me hinqué en el suelo, a un costado, mientras tenía un ataque de pánico con reguetón del viejo saliendo por los parlantes. Bebí un poco más rapido de lo que debia y acabé tosiendo.

Saqué el teléfono de mi bolsilló y mire la hora. Apenas eran las once, pero no iba a volver con Jade. Él no me daba miedo, pero continuar la conversación, sí.

Pasaron un par de minutos hasta que deje de sentir mi corazón estrellarse contra mi pecho. No fue hasta entonces que me levanté y retomé mi camino, en busca de una salida.

—Charlie no me gusta —dije, aunque nadie me estuviera escuchando.

Era una amiga para mí y nunca la había visto más que como eso. No podía siquiera imaginarla conmigo. Quiero decir, sí, era linda, pero...

"Una no se pregunta cómo se sentiría besar a su amiga, Andy", dijo mi conciencia.

—Sí, si lo hace —rodé los ojos y cerré mi botella de agua.

Querer besar a tus amigas era completamente normal y no tenía nada de homosexual. Pero vete tú a explicarle eso a Jade.

Conseguí salir del laberinto sin toparme con Jade y crucé la calle con prisa. Mi cabeza vago. No podía dejar de pensar en él amenazándome con exponerme, pero tampoco en lo que había dicho de Charlie.

¿De verdad le gustaban las chicas, o sólo lo dijo para ver cómo reaccionaba?

La feria improvisada atraía a gente no sólo adentro, sino a los alrededores. En las calles contiguas descansaban algunas personas apoyadas contra las paredes o simplemente se dedicaban a charlar donde la música no era tan fuerte.

Doblé en una calle menos transitada y saqué el teléfono para escribirle a Noah. No quería aguardar a que ella viniera. Planeaba escribirle que me esperara en su casa.

Estaba tan distraída con el teléfono y mi cabeza dispersa que no me di cuenta de que alguien venía directo hacia mí.

Una mano me tomó del hombro y me vi obligada a alzar la vista de mi teléfono. Noah estaba adelante, mirándome. Llevaba una camiseta roja y el cabello ligeramente despeinado.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté con sorpresa.

Sus ojos me escudriñaron por un momento. No reveló ninguna expresión en su rostro en lo que me parecieron unos segundos.

—Tenía una cita —dijo—. ¿Por qué te ves como si acabaras de ver a un fantasma?

—Uh...¿Una cita? —mi atención voló. Cerré una de mis manos alrededor de su muñeca y tomé su hombro con la otra—. ¿Dónde? ¿Con quién? —pregunté con curiosidad.

Ella pareció sorprenderse por mi repentino entusiasmo, pero se recuperó casi de inmediato. Rodó los ojos y negó.

—Con nadie, porque me han dejado plantada —contestó—. Te dije que estaba aburrida ¿Qué ha pasado con Jade?

Volvi a la tierra y recordé dónde estaba y de qué escapaba. Eché una mirada hacia el parque y luego volví a fijarme en Noah. Algo en mi expresión debió de alertarla, porque sus cejas bajaron con preocupación.

¿Escuchas Girl in Red? | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora