22.

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Encendió el móvil por trigésima vez en los diez minutos que llevaba montado en el coche de su padre. Tenía la necesidad de llamar o que le llamasen, pero no pasaba ninguna de las dos cosas.

Su enfado se fue nada más sentarse en ese asiento y ahora lo único que le quedaba era tristeza y preocupaciones, dolor y amargura.

- Yibo hijo, puedes parar con el teléfono.

- Sí, lo siento - dijo guardándolo en su bolsillo.

- Dámelo mejor - echó su mano hacia adelante para que se lo pusiera en la palma.

- ¿Por qué?

- Cuando lleguemos a Corea te compraré uno de mejor calidad. Además lo vas a tener que apagar de todas formas en el avión. No te preocupes - le sonrió.

- Bu... bueno.

El joven no estaba muy convencido de entregárselo, pero por otro lado comprendía lo que su padre decía. Lo que no sabía era su verdadero plan.

La limusina paró delante de las puertas de cristal del aeropuerto. Muchas personas se despedían de sus familiares o amigos y otras corrían ya que perdían su vuelo.

Al salir del coche, los fuertes rayos de luz le recordaron que había estado llorando y que sus ojos estaban sensibles. Se sentía como un zombie caminando entre humanos, como una persona que se había quedado sin alma.

- ¿Cómo pudo hacerme eso? - pensó provocando que tuviera ganas de soltar nuevas lágrimas.

No tuvo tiempo de bajar sus maletas cuando el chófer ya las había cogido y se las llevaba hacia el interior.

- Él se ocupará de nuestras cosas por nosotros - una notificación llegó al móvil de su padre y este la contestó al instante. - Tengo que ir un momento al baño, espérame delante del restaurante y desayunamos juntos - le apretó el hombro.

- S... sí.

Aunque se hubiera disculpado por insultarle años atrás y le estuviera ayudando a seguir con su vida tras el encontronazo con Zhan, esa cercanía que mostraba el hombre se le hacía incómoda. Él nunca dejó de querer a su familia, ni siquiera cuando lo echaron a patadas de su casa solo por no gustarle las mujeres. Pero aquello era extraño. Su padre no podía ni verlo, se lo dejó en claro muchas veces, y ahora casi podría decirse que olvidó el pasado.

Se quedó frente al lugar que le indicó con anterioridad pero pronto también sintió la necesidad de ir al baño.

Estaba a punto de cruzar la puerta de los lavabos cuando un hombre que salía se chocó contra él.

- Ah. Lo siento - se disculpó.

- No pasa nada.

La persona siguió hacia adelante sin girarse. Aunque sólo vio su perfil durante un segundo le sonaba mucho su cara. Tal vez eran solo imaginaciones suyas y era alguien que se parecía a algún conocido.

- Yibo, ¿qué haces aquí? - su padre salió no muy contento.

- Tenía que ir al servicio.

- ¿Llevas mucho tiempo? - sus pupilas lo acusaron.

- No... no, acabo de llegar. ¿Pasa algo? - su actitud lo confundía.

- Nada. Nada. Venga, entra y luego vayamos a comer algo.

- De... acuerdo.

Yibo se obligó a olvidarse del asunto, estaba en mal estado y por eso todo le parecía extraño. Le daría achaques a sus sentimientos.

𝕄𝕚 𝕡𝕖𝕢𝕦𝕖𝕟̃𝕠 𝕔𝕒𝕔𝕙𝕠𝕣𝕣𝕠 (ℤ𝕙𝕒𝕟𝕪𝕚) (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora