XXVII

67 8 1
                                    

Disclaimer: Harry Potter y su universo no me pertenece.


27.


El silencio se extendió por la habitación mientras ellas simplemente se miraban a los ojos. Estaban colapsadas de pensamientos y sentimientos, emoción, incertidumbre, incredulidad, felicidad, miedo, vulnerabilidad... amor. Y fue por este último que se dejaron invadir, amor en sus miradas, amor en sus sonrisas, amor en sus manos que aún se sostenían, el amor de alguien que por fin se atrevió a amar, el amor del que lleva amando tanto que ya es como un viejo amigo, pero del que nunca pudo disfrutar. Y fue una risa, pequeña y genuina, la que rompió el silencio, y Hermione siguió riendo, cada vez un poco más fuerte, haciendo que Minerva se le uniese con una un poco más ligera.

-Perdón – se disculpó cuando logró sofocarla, aún sonriendo –, creo que me he sentido tan aliviada que mi cuerpo ha reaccionado solo.

Minerva negó con la cabeza, espejando la expresión ajena.

-No te disculpes por tu pequeña explosión de felicidad – desplazó la mano que aún seguía entre cabellos castaños hasta poder sostener su mejilla –, quiero verlas todas.

Hermione observó, medio atónita medio fascinada, las serenas facciones de Minerva. Su clara, tersa y algo áspera piel, acostumbrada a las grandes velocidades sobre la escoba. Su oscuro cabello, que enmarcaba su expresión, cayendo en suaves mechones por su espalda y hombros más allá de la mitad de su espalda. Sus brillantes e inteligentes ojos verdes, igual que las colinas de la tierra de la que venía, que le devolvían una mirada llena de lo que podía sentir que se acercaba a la adoración. Sus finos, pero suaves y cálidos labios, que se curvaban en una ligera sonrisa. La afilada línea de su fuerte mandíbula. Y en todas ellas pudo encontrar a Minerva, su Minerva, mucho más joven, sí, pero siempre igual de hermosa. No se creía que aquella increíble mujer por fin le estuviese viendo. Así que rindiéndose ante todo aquello que prometían sus palabras dejó caer un poco del peso de su cabeza sobre la cálida palma, disfrutando del toque ajeno, y dejó que el aire saliese lentamente de sus pulmones, no sabía cuánto iba a durar aquella burbuja de paz en la que se estaban viendo envueltas, pero iba a aprovecharla.

Abrió los ojos cuando notó el movimiento, solo para inmediatamente sentir un suave beso sobre su otra mejilla, y la fragancia personal de Minerva envolviéndole de nuevo por la cercanía.

-Cera para escobas... – murmuró sin pensar demasiado.

-¿Cómo? – preguntó, más curiosa que extrañada Minerva, separándose para mirar el rostro de Hermione.

-Hueles a... cera para escobas – explicó, un poco avergonzada por lo estúpido del comentario.

Minerva ladeó su cabeza, no sabiendo si era algo bueno o algo malo.

-Curioso, la mayoría de la gente dice que huelo a-

-Libros y té, lo sé – le interrumpió –, siempre hueles a libros y té, pero la cera para escobas es una adición agradable al conjunto. Te... completa.

Minerva se dio cuenta de que la chica que había llegado del futuro no hablaba de ella, no de su yo actual al menos, sino de la Minerva de su época. Y sus ojos brillaron, habiéndose calmado ya todas las emociones fuertes, con la posibilidad que se abría ante ella.

-Cuéntame más – le pidió, su voz ávida de conocimientos.

-¿Estás segura? – preguntó Hermione sorprendida –. Sabes que no debería ir contando cosas del futuro por ahí, mira que ya he creado bucles temporales por irme de la lengua – comentó, pesando en la creación de las ranas de chocolate y la varita de Bellatrix Lestrange.

Time went byWhere stories live. Discover now