XIV

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Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.

14.

Cuando entraron en la Sala Común estaba atestada de los alumnos que preferían evitarse el mal trago. Muchos miraron a Hermione, ya que tenía los ojos hinchados y andaba de una forma que parecía muy pequeña. Disminuida. Parecieron querer acercarse a ella, porque aunque era la nueva y no la conocían desde siempre, a nadie le caía mal. Irónico, teniendo en cuenta lo poco popular que había sido en su tiempo. Pero Minerva, negando con la cabeza, se lo impidió y subieron en silencio las escaleras.

Ambas entraron en la habitación de la castaña, y mientras se movía para sentarse en la cama sintió la mirada de Minerva sobre ella. No le gustaba que la viesen así de vulnerable, normalmente a estas alturas ya se habría sobrepuesto, como siempre había hecho, y a seguir fuerte. Pero por primera vez en ocho años no tenía la obligación de seguir fuerte y ser un pilar para sus amigos. Así que se permitió estar triste, sentir el dolor, y sanar.

-¿Jean?

Levantó la mirada del suelo y se dio cuenta de que su amiga, su futura profesora, la mujer que le gustaba, se había acercado mientras estaba metida en todos esos pensamientos.

-Estoy... - la voz se le quedó en la garganta, así que carraspeó - estoy bien.

Sintió el colchón hundirse bajo el peso de Minerva, para luego notar la yema de sus dedos apartando su flequillo de los ojos, el cuál ya necesitaba un corte. Cerró los ojos disfrutando del contacto hasta que este desapareció.

-No lo estás.

Una sonrisa sarcástica y triste apareció en los labios de Hermione. No, no lo estaba, pero el hecho de tenerla a tan poca distancia, preocupada por ella, le hacía sentir menos mal.

-La veo bastante a menudo, ya es casi como de la familia - bromeó, intentado quitarle hierro al asunto, pero le salió mal, se supone que una broma tiene que hacer gracia, y tener pesadillas recurrentes no la tenía.

-¿Quieres hablar de ello?

Iba a responder que no de forma automática. Nunca quería hablar de ello. Pero se sorprendió a sí misma queriendo hacerlo, queriendo destripar los peores días de su vida delante de Minerva. Y para una vez que quería, no podía.

-No.

Los ojos de Minerva reflejaron una chispa de decepción, cosa que no duró demasiado ya que supo esconderla, pero estaban muy cerca y Hermione sabía ver la decepción en la mirada de su maestra. Es algo que jamás cambiaría en ella. Su mirada.

-No es que... Yo, no... No puedo - la voz de Hermione pedía a gritos que por favor le creyese cuando le decía que no podía.

-Está bien, pero no empieces a llorar de nuevo por favor.

No se había dado cuenta de que un par de lagrimas se habían escapado de sus cuencas hasta que la bruja las eliminó con sus pulgares. Un corrientazo recorrió su cuerpo al sentir las palmas de Minerva sobre ambos lados de su cara, lo que hizo que su cara se calentase a niveles estratosféricos. Menos mal que estaba completamente congestionada y roja de la llantina, si no se habría dado cuenta.

Se quedaron así más tiempo del que se considerarían normal, mirándose, hasta que Minerva bajó las manos y suspiró.

-Supongo que no vas a bajar a cenar - dijo mientras se levantaba de la cama.

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