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Disclaimer: lo de siempre

30.

—¿Estás bien?

Hermione llevaba un buen rato escribiendo y tachando furiosamente sobre un pergamino, estaba tan lleno de números que Minerva habría sido capaz de percibir que la muchacha estaba ofuscada con algún ejercicio de Aritmancia, raro, teniendo en cuenta que si bien Hermione era impresionante con la varita, la bruja destacaba con creces en las materias más teóricas –por ello siempre era impecable en Transformaciones –.

—Es que estoy intentando resolver esto, estoy siguiendo todos los pasos que pone aquí, pero ¡no lo consigo! – gruñó con impotencia.

—Déjame ver.

Minerva se levantó de la silla antes de que Hermione pudiese pasarle el pergamino y el libro, y rodeó la mesa hasta ponerse al lado de ella e inclinarse sobre los papeles para ver qué estaba bloqueando a su novia. Hermione esperó a que la mujer terminase de leer el libro y comprobase sus notas, y cuando lo hizo, pudo ver que su ceño se fruncía ligeramente. Agarró la pluma y comenzó a escribir sobre el sucio pergamino ya lleno de los intentos fallidos previos. Hermione pudo ver, de forma exasperada que Minerva estaba llevando el proceso de la misma forma que ella ya había repetido un millar de veces.

—¿Ves? Ese resultado no tiene sentido – se quejó, cruzándose de brazos cuando Minerva se quedó mirando los números de forma contrariada.

Era cierto que el ejercicio que intentaba resolver Hermione era más avanzado de lo que habían llegado en las clases, pero ellas siempre eran así. Ambas habían terminado la tarea que los profesores habían mandado para las vacaciones desde el primer día, así que aprovecharon para adelantar un poco de temario. Nada nuevo y, sin embargo, nunca habían tenido problemas de este tipo, ¿dudas que preguntarían cuando llegasen al tema con el profesor? Sí, pero nunca a tal punto de que los resultados se escapasen por completo de sus dedos.

—Sigue intentándolo, yo trataré de sacar el resultado correcto también.

Pudieron dejar que la profesora alcanzase ese temario y que se lo explicase directamente, pero ambas eran casi una calca de la otra, y aquello se había convertido en algo personal que debían resolver, o su orgullo de Gryffindor sería agredido ¿o sería la parte Ravenclaw que tanto hizo dudar al sombrero seleccionador?

—Oh.

—¿Qué? ¿Lo has resuelto? ¿Cómo es?

Minerva negó con la cabeza y le mostró su propio libro de la asignatura. Estaba abierto por la misma página que el de Hermione, y cuando lo dejó sobre la madera, había puesto el sentido del texto invertido para que ella pudiese verlo bien.

—Mira el tuyo – dijo mientras señalaba una parte de la fórmula.

Así lo hizo y…

—¡Son diferentes!

Minerva asintió y le prestó su texto, con el que al primer intento Hermione había resuelto el complejo ejercicio, veloz y perfecto.

—Sabía que no era yo la que se equivocaba, lo estaba haciendo bien – dijo altiva.

—Sí, me extrañaba que ninguna de las dos pudiese hacerlo.

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