XXIX

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Dislaimer: Los personajes pertenecen a un unicornio y a Warner Bros, nada de lo que escribo es de carácter lucrativo.

29.

Se podría pensar que la tensión que había usualmente entre Minerva y Hermione se hubiese disuelto desde que comenzaron a salir, pero aquella aura solo había mutado. Si antes Hermione no sabía cómo comportarse era porque no quería presionar tanto como para romper el frágil cristal que podría hacer que Minerva se alejase de ella por completo. Igual con Minerva, solo que en su caso la guerra era interna, el deber contra el querer, teñida por el miedo. Bailaban un extraño vals en el que ambas querían tocarse, pero no sabían cómo. Lo que Hermione no pudo prever era que aunque la música hubiese cambiado el vals era el mismo.

Todo el ambiente cercano que había tenido con Minerva antes del borrado de memoria, los besos, las caricias, era como si esos momentos los hubiese pasado con otra persona, y de nuevo se encontró sin saber cómo de lejos podía caminar sobre ese lago congelado, antes de que la capa de hielo se volviese demasiado fina como para romperse y ahuyentar a la bruja de ojos verdes.

Nada había cambiado, tipo, vale, no era como que fuesen a ir super enamoradas por los pasillos como si fuesen Lavender y Ron, cosa que de solo pensarlo hacía que el peor de los escalofríos le recorriese el cuerpo. Pero sí esperaba que al menos pudiesen estar cómodas la una alrededor de la otra, y tras una semana se estaba volviendo realmente estresante. Hermione había alcanzado el punto en el que su paciencia de "dale espacio, sabes muy bien cómo es" había llegado a su límite.

-Minerva – le llamó, rompiendo el silencio y cerrando el libro que se encontraba leyendo.

La aludida movió sus hombros de forma tensa como si le hubiese pillado haciendo algo, y así era. Hermione había cazado a la escocesa mirándole por encima de su propio libro al menos cinco veces aquella tarde, y hacía más de veinte minutos que no pasaba la página.

-¿Estás bien? Desde que me dijiste que me querías pareces un gato asustado todo el rato.

La cara de Minerva se volvió como el papel, y comenzó a mirar de forma compulsiva a su alrededor, buscando a cualquiera que pudiese haber escuchado las palabras de Hermione.

-Hey, tranquila – pronunció, abandonando su asiento en el acolchado alfeizar de la ventana de la biblioteca en el que se encontraba, para agacharse frente a Minerva, y tomó sus manos –. No hay nadie, faltan dos días para que la gente regrese de las vacaciones. Aquí solo estamos nosotras y el Señor Hisser, y ambas sabemos que tendría que estallar un bombarda en medio de la biblioteca para que escuchase algo.

Minerva se relajó inmediatamente e imitó la traviesa sonrisa que le estaba dedicando Hermione.

-Tienes razón, es solo…

-Estás preocupada, lo sé – continuó Hermione al ver que no pretendía terminar la frase –. Pero no tienes que estarlo, no me hace falta que el colegio entero sepa que estamos saliendo, tú y yo somos las únicas que importamos, pero por favor, habla conmigo.

Sus últimas palabras las había pronunciado con tristeza en la voz.

-Es que… nunca he estado con nadie, Merlín, nunca me había enamorado – sus mejillas se sonrojaron cuando procesó lo que acababa de decir –. No sé qué se supone que debo hacer, cómo debe comportarse una pareja.

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