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Al ingresar en el departamento, las manos se me aflojaron y deje caer la pequeña bolsa con provisiones que había comprado en el mercado

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Al ingresar en el departamento, las manos se me aflojaron y deje caer la pequeña bolsa con provisiones que había comprado en el mercado. Había salido con ilusión y regrese con el alma hecha trizas. Estaba rota, en verdad destrozada y no sabía cómo escapar.

Me deje caer y todo mi cuerpo se apoyó sobre la puerta de entrada, repasando el suceso y recapacitando sobre mis acciones. Quería escucharlo, pero era precavida. Cuidaba mis sentimientos y los protegía con todo mi ser, opacando cada minúsculo sentimiento empático hacia Dereck y ese gran amor que resguardaba un lugar muy pequeño dentro de mí.

No llore, no chille o resople, solo me digne a mirar como la bolsa repleta de mercadería se desplazaba por el suelo hasta caer por completo sobre la alfombra blanca.

Quizás pasaron minutos u horas, no estaba cuerda con el horario, solo sabía que el tiempo trascurría y mi mente estaba apagada, inmutada y distante, pensando en todo, pero sin nada que decir al respecto. Mia me encontró en la misma posición y con cuidado me habló. Su voz era tan distante, parecía que se hallaba a millas cuando en realidad su adorable simonía resonaba a centímetros de mi oído, solo que en este momento había apagado cada una de mis sentidos.

Me levantó del suelo y con un poco de esfuerzo me situó sobre el gran sofá de la sala, donde automáticamente y sin necesidad de que ella preguntase, confesé lo que había sucedido. Luego de unos minutos, cuando mi relato abandono la sala y sus oídos se llenaron de información, sus brazos me rodearon, cálidos y reconfortantes. Sin expresar ninguna palabra me dio a entender que jamás estaría sola y su compañía será eterna. Era una lucha, entendía que, a partir de este instante, el rostro de un Pierce aparecería ante mi presencia mucho más seguido, atormentándome y suplicando por mi atención.

¿Acaso debía hacerles pagar por todo lo que había sucedido? Me lo preguntaba una y otra vez. Sentía récor, pero no quería ser como mi padre, no quería que más personas sufrieran y calmar mi dolor con venganza, pero a la vez dudaba de ello. Me había vuelto insana.

Para mi mala suerte el día libre, luego de que las frituras hayan desaparecido mientras miraba una película de misterio junto a Mia en el living, había concluido y después de mis clases presenciales, el trabajo por la noche era esencial.

El choque de cubiertos era la sintonía principal del bar nocturno donde trabajaba todas las noches, las meseras corrían de un lado para el otro sin descanso con pequeñas listas y menús de lo que ofrecía el lugar mientras que, dentro de la cocina, el ambiente era muy poco agradable, para mi suerte, a pesar de que tenía que viajar de una mesa a otra con bebidas alcohólicas y comida chatarra, me resultaba más cómodo esta labor.

Me dirigí a la barra principal en busca de más pedidos y miré el enorme reloj de pared, sonriente y aliviada de que ya, en solo unos cortos minutos mi turno concluía.

El teléfono móvil que se hallaba dentro del bolsillo de mi pantalón vibró, por lo que, al pensarlo unos segundos, con cuidado lo saque y mire como la pantalla del móvil brillaba iluminando el nombre de la persona que aclamaba por mi voz. Con pulcro, después de dejar la bandeja de madera sobre la barra principal en la espera de unos tragos amargos y anunciando que iría al lavado con falsos testimonios, camine hasta el sanitario y atendí veloz.

Suplicarás © (2)Where stories live. Discover now