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El hospital del pueblo donde nos hospedábamos me causaba escalofríos; la humedad en el ambiente, el olor a medicinas que surgía de las habitaciones y las paredes blancas que contrastaban con mi atuendo me cegaban los ojos

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El hospital del pueblo donde nos hospedábamos me causaba escalofríos; la humedad en el ambiente, el olor a medicinas que surgía de las habitaciones y las paredes blancas que contrastaban con mi atuendo me cegaban los ojos.

Me resultaba impensado que una situación tan grave ocurriese en donde creíamos que era un sitio tranquilo, cómodo, y sobre todo seguro para nosotros. Pero, al hallar a Eren desplomado y con sus signos vitales débiles, el temor recayó en mi sistema como un gran balde de agua helada. Su sangre coagulada se había impregnado en mis huellas dactilares, rememorando como la sangre brotaba de su cuerpo y la forma en la que intentaba detener la hemorragia.

Mi garganta aun dolía después de los alaridos que había lanzado en el bosque, suplicando que llamaran a los paramédicos lo más rápido posible. Mia, con los dedos temblorosos, llamó. En cambio, Jacob permaneció en un estado inmóvil, como si todo su cuerpo se convirtió en piedra.

Al cabo de unos minutos, la ambulancia acudió por ayuda, y ahora, mis débiles sollozos aturdían mis tímpanos, las lágrimas inundaban mis conjuntivas y vislumbraba a Jacob dialogar con la policía para darle su testimonio de lo ocurrido.

Las horas transcurrían con lentitud y Eren no despertaba. Su estado era crítico y se encontraba monitoreado constantemente. Por desgracia, no podíamos ingresar a su habitación debido a la gravedad de su estado. Llamé a su familia desde su teléfono móvil para comunicarles lo sucedido, así como el pueblo donde nos hallábamos, y cuando su padre me comunicó que estaría en un instante en el hospital, me sentí aliviada.

A través de la pequeña ventana divisé a Eren inmóvil, inhalaba con dificultad y el monitoreo me indicaba que sus signos vitales aun seguían débiles. Temía por él, por lo que fuera a sucederle y rogaba para que se despertara lo más rápido posible. No podía contener la ansiedad que me carcomía el pecho ante la inmensa necesidad por saber quién lo había atacado y como lo había hecho.

No sabía si Zack aún permanecía vigilando nuestros movimientos o se había marchado junto a Dereck a un sitio que desconocía por completo, o talvez había dejado a cargo a sus secuaces como último recurso para asustarnos ante nuestro premeditado declive.

Realmente lo que estaba haciendo Zack era un acto inhumano. Él lo era, así como todos lo que seguían sus palabras a pie de la letra. Y lo peor es que desconocía su paradero exacto sin saber dónde estaba Dereck o mi madre.

Pero gracias a su escasa humanidad me percaté de que ya no podía prolongar el bienestar de quienes amaba. Ahora, me podía convertir en un ser despreciable si con ello conseguía acabar con la miseria que se cosechaba desde hace años. Estaba decidida. Era ahora o nunca.

Una mano suave acunó mi hombro, y su aroma familiar alivió mi estrés.

- ¿Estas bien? - consultó Mia entre murmullos, echándole un vistazo a Jacob cuando se estaba despidiendo de los policías que lo interrogaron.

Suplicarás © (2)Where stories live. Discover now