Capítulo 20

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✨Editado✨

"El brillo de la piedra obsidiana"

Observo como Noreen persigue a Alfa, el cual le saca una enorme ventaja debido a sus fuertes patas, pero aun así, sabiendo que no lo atrapará, la pequeña pelirroja continúa corriendo detrás de él como si no hubiese un mañana mientras suelta varias risas.

Siento cierto peso en mi pecho al verla correr, sin descanso alguno. Y no puedo evitar que mi mente vuele hasta cierto ser que habita dentro de mi estómago. En el trascurso de la última década, luego de que la abuela Lily también muriera y yo encontrara refugio y diversión en cuidar a niños, he lidiado con decenas de ellos, uno más distinto que el otro.

La mayoría de veces era uno solo, capaz dos, incluso tres. Otras, me llamaban de puestos de guardería, donde debía cuidar a más de diez niños, aun más pequeños; quizá bebes de no más de un año, a la misma vez y ocuparme de sus necesidades. Que si tenían en pañal sucio, si las mamaderas tenían la leche a una temperatura tibia, ni muy fría porque les daba indigestión ni muy caliente porque podían quemarse, que si estaban bien abrigados. En esos momentos, no tengo idea de cómo lograba hacerlo, simplemente fluía.

Luego había niños tranquilos, que solo debía supervisarlo y preguntarle si necesitaba algo cada unos cuantos minutos, esos son los más sencillos, no lo voy a negar, Josie me recuerda a ellos. Medio callados, curiosos pero cautos, así son ellos.

Y luego están los niños como Noreen.

Inquietos hasta la médula, incansables e indomables. Revoltoso, curioso, pícaro e inocente son unas características peligrosas en un niño pequeño. Nunca se quedan quietos por un solo segundo, todo les llama la atención, quieren acercarse a ese algo sin importar que, y no tienen idea si puede dañarlos o no.

Así es Noreen.

Y si, puede ser que haya cuidado muchos pero muchos niños. Pero la idea de cuidar uno solo, y por ese me refiero al que aun no nace y está dentro de mí, me provoca tal temor que no puedo explicar, como si temiera a no poder controlar la situación.

Irónico ¿no?

—¿Por qué miras a la pequeña copia de Vega desde hace quince minutos sin despegar la vista? —oigo a Miriam hablar trayéndome a la realidad nuevamente —. Si esa es tu técnica para cuidar niños, no sé como no te temen, llegas a ser aterradora.

—Miriam —dice Vega a su lado hablando entre dientes y propinándole un codazo.

—¿Qué? —dice la pelinegra abriendo los ojos, confundida —, solo digo la verdad.

—No, no es mi técnica de cuidado, Miriam —respondo mirándola de reojo, viendo como eligieron otra bebida que no fuese café para no mostrarme una tentación.

Pero es que es tan rico, e irresistible. Es una pena. Voy a extrañar esa deliciosa y perfecta bebida negra, néctar de los dioses.

—Sé lo que te ocurre —dice Vega con tono tranquilo, el mismo tono tranquilo y frustrante de siempre, la observo tomar su vaso con jugo de un color raro y beberlo para dejarnos con la intriga.

—¿Debo rogarte para que hables o cual es tu idea? Avísame para que comience con mi monólogo de suplica, puedo mandarte un mail o un mensaje... No sé si los humanos siguen usando eso o tienen otra tecnología nueva —pregunta irónica Miriam perdiendo la paciencia, tampoco es que tuviese mucha —, ilumínanos, por favor. Te lo ruego —junta las manos.

—Te tranquilizas o no hablo, Miriam —contesta Vega con seriedad señalando a la pelinegra y si no estuviera pensativa me reiría de ellas.

Este tipo de situaciones se remontan desde el día en el que nos conocimos, hace muchos, muchos años. En realidad, esas dos siquiera se agradaban cuando pisaron la habitación que compartiríamos, habían pasado solo dos minutos y ellas estaban discutiendo. Siempre ha sido así, pero detrás de todas esas peleas siempre estuvo su amor incondicional.

Vuelve a Mi  (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora