Jimin, el chico de los colores [pjm + jjk]

Capítulo 1

Difícil. Ser daltonico es difícil. 

Es difícil enfrentarse con el día a día cuando no puedes ver colores: No sabes qué color de ropa te estás poniendo o si convinan, no sabes si has tomado la pluma del color correcto o estás anotando lo más importante con azul, y el resto con rojo. Aunque tampoco importa, porque después de todo, Park Jimin no puede verlo.

No puede ver de qué color son los adornos que cuelgan en su casa cada navidad, ni diferencia los colores que las luces hacen destellar. No puede ver el color del mar, ni el del cielo, y su piel siempre es un tono de blanco más oscuro.

Él ha vivido toda su vida en ese mundo monocromatico de blancos y negros.

Y aunque a veces le gustaría ver que tantos tonos diferentes existen fuera de esa normalidad en la que está metido, nunca ha tenido mayor problema con su condición. Salvo para ocultarla, por supuesto.

En sus bolígrafos tenía puestos los nombres del color que usaba, y sus padres le habían enseñado que para remarcar cosas se usa el rojo y para lo demás el azul. El azul le parece un color muy simplón si no sirve para anotar lo importante.

Le habían enseñado que la madera era marrón, que el rojo combina con el caqui y que bajo ningún concepto debe juntar azul y verde en su ropa. Eso debería ser sencillo ¿no?

Volvió a mirar dentro de su armario. Entrecerrando los ojos. ¿Y como se suponía que iba a saber cuál era ese verde y ese azul que no debía juntar?

"—¿Estás segura de esto? —Volvió a hablar, no muy convencido con la idea de su madre.

—¡Por supuesto! —Dijo ella, sentada en su cama—. No siempre vas a vivir con tus padres, Jiminie. Debes aprender a elegir tu ropa en vez de decirme para que lo haga yo.

—Es fácil decirlo, ¡pero ni siquiera sé qué color voy a tomar!

—Cariño, tu ropa es totalmente blanca y negra.

—Lo sé, lo estoy viendo —Bufó.

—No, me refiero: Tus camisas en su mayoría son blancas y tus pantalones son todos negros o baqueros, ¡no es dificil! —Le animó.

Decidido, alargó su mano y tomó una de las camisas grises sin logo.

—¿Esta?

—Esa es roja —Se carcajeó la mujer que le dio la vida, ganándose una mirada de enojo.

—¡Dijiste que son todas blancas! —Se quejó.

—Casi todas —Puntualizó."

Suspiró, frotando sus ojos y mandando todo a la mierda mientras tomaba la primera camiseta que alcanzó.

La escaneó con sus ojos, viendo sólo un gris oscuro.

Su vida seguía siendo gris. Demasiado gris.

Se puso la prenda e hizo lo mismo con los pantalones, sin mirarlo mucho. Pasó frente al espejo de su habitación y no se molestó en mirarse porque no serviría para nada; ese día no quería seguir viendo gris.

Trataba de cerrar los ojos e imaginar colores, imaginar un mundo lleno de colores que no fueran tan tristes, colores vivos, colores que transmitan sentimientos, que transmitan emociones. Pero su mente, como siempre, fue incapaz de trabajar en esos colores que nunca había visto.

Caminó por el silencioso departamento hasta la cocina, con la mirada gacha. Buscando a ciegas algún paquete de galletas que hubiera quedado solitario en la alacena. 

Llevó una a su boca, masticando con pereza, tomando la mochila que había dejado tirada en el suelo el día anterior y saliendo de su casa una vez se aseguró de llevar las llaves y el teléfono encima