Capítulo 14

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Seokjin y Namjoon fueron dejados en sus casas de forma segura, ahora solo quedaba Jimin, que ha regaña dientes había dado su dirección

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Seokjin y Namjoon fueron dejados en sus casas de forma segura, ahora solo quedaba Jimin, que ha regaña dientes había dado su dirección.

—Vamos, Jimin, tienes que salir —gruñó el menor.

—No quiero —Se negó.

Siguió tirando de él fuera del taxi, disculpándose con el conductor y negando cuando éste le ofreció algo de ayuda.

Luego, mucho esfuerzo después, al fin tenía al mayor de pies en el suelo, afirmandolo por la cintura para evitar que se cayera. 

—Bien, hemos llegado —Avisó, al fin frente a la puerta del departamento de Jimin—. ¿Dónde tienes las llaves, hyung? Voy a dejarte en la habitación para asegurarme de que no te caes en el camino.

Quizás lo que quería era pasar más tiempo con él.

—En el bolsillo, Jungkookie —dijo con una risita—. ¿Dónde más tendría las llaves? Tonto.

Cierto, pero, ¿en cual bolsillo?

—Claro, tienes razón, ¡pero es que soy muy tonto! Tendrás que decirme en cual de todos los bolsillos.

Jimin frunció el ceño e hizo una mueca extraña con su boca. Se quedó en silencio unos segundos, mirando su alrededor.

Ese lugar lo conocía. ¿Era su casa? Se parecía mucho.

 Bueno, la puerta era igual, y la entrada. Podía ver también las puertas de sus vecinos. ¿Qué estaría haciendo la señora Choi ahora? ¿Qué hora era? 

Negó un poco antes de apoyarse contra la pared y tantear sus bolsillos buscando las llaves. ¿Dónde estarían esas condenadas? Bufó molesto cuando no las encontró, adentrándose a una búsqueda más profunda.

Bolsillos de sus pantalones vacíos, de su sudadera también vacíos. Probó en su chaqueta.

—Nada —Dijo—. Quizás las dejé en mi mochila, ¿dónde está?

La mochila, mierda.

Como ninguno de ellos estaba en condiciones de manejar, habían dejado la camioneta ahí aparcada, asegurando que Namjoon iría al día siguiente a buscarla, pero junto al vehículo se había quedado la mochila que Jimin traía para la competición.

—¿Estás seguro de que las tenías ahí? —Preguntó en un susurro, blanco como un fantasma.

—Sí, sí —asintió—. Bueno... —dijo no muy convencido—, quizás no —negó.

—Mierda, ¿sí o no? 

—No sé —Negó con un puchero, volviendo a buscar en sus bolsillos—. Ah, voy a preguntarle a la señora Choi si tiene una copia o algo —Murmuró antes de enderezarse y comenzar a caminar, tropezando al instante con sus propios pies y armando un jaleo.

Hubiese caído de bruces contra el suelo de no ser por los rápidos reflejos de Jungkook, que lo atrapó por la cintura antes de que resbalara.

—¿A donde crees que vas, idiota? —Bufó, superado.

Jungkook estaba muy cerca. Mierda.

Jimin se sonrojó con fuerza. La luz del portal era bastante suave, pero podía apreciar cada detalle del rostro del menor: Sus ojos eran grises y brillantes, llenos de luces que parecían estrellas, lo miraba con el ceño fruncido, con más preocupación que enojo y sus labios estaban entreabiertos.

—¿Estás bien? 

Su corazón se aceleró, aferrándose con fuerza al cuello de Jungkook, quizás con miedo a volver a caer o quizás sólo para tenerlo más cerca.

El castaño enderezó a Jimin cuando por fin pudo reaccionar, pues la corta distancia entre sus rostros no le dejaba pensar con claridad. Presionó uno de los bolsillos de su chaqueta sin querer cuando lo estaba soltando y escuchó con alivio el tintineo de las llaves.

Las sacó, sacudiéndose frente al rubio. Sus ojos, azul y café, se entrecerraron, siguiendo con pereza el movimiento del objeto.

—Encontré las llaves —Dijo, metiendo una de ellas en la cerradura cuando Jimin le indicó cual con torpeza y varios intentos fallidos.

Cuando al fin logró abrir la puerta, Jimin tomó el llavero y caminó hasta la entrada, mirando a Jungkook sobre su hombro y volviendo a fruncir el ceño.

—Oye —Lo llamó.

—¿Sí? ¿Necesitas ayuda? —Preguntó con nerviosismo, sin saber qué hacer. 

Jimin negó, acercándose a él con lentitud.

—No vuelvas adecir que eres tonto.

—¿Cuándo he...?

Sin darle tiempo a terminar, el chico de ojos disparejos posó sus labios con cuidado sobre los del contrario. Fue una caricia suave y dulce, aunque el sabor a alcohol siguiera presente en ambos.

Cuando Jimin se separó segundos después, vio al otro con los ojos muy abiertos, sorprendido, casi congelado.

—Fresas, sabe bien —Dijo, degustando aún el sabor del cacao labial de Jungkook—. Buenas noches, Kookie.

Y cerró la puerta.

Pero había abierto su corazón.

Pero había abierto su corazón

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Jimin, el chico de los colores [pjm + jjk]Where stories live. Discover now