18. Sonrisa

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       Pasaron los meses y mi jefa me empezó a dejar salir dos horas antes, así que, aunque cobraba un poco menos podía arreglarme mejor y dormir más.

       Dormíamos todos los fines de semana en la casa de Esteban y me dio una copia de la llave de su departamento, por cualquier cosa. Yo tardé un poco más, pero fui a hacer la copia y se la dí, era necesario, por si pasa algo.

       Mi abu, por desgracia, iba de mal en peor, hasta que le empezó a costar salir de la casa y me preocupé. Después de insistir, me dijo que ya no le quedaba mucho, así que fui con Romeo a su casa a vivir un tiempo, para ayudarla y contratamos a la nieta de una amiga de ella, para que nos cuide los chicos. Porque, aunque mi abu esté en casa, ya no podía encargarse de los dos.

       Parecía que de un día para el otro empeoró de una manera casi exponencial.

       A veces solo iba al departamento de Esteban a llorar, porque no sabía cuánto más esto iba a tardar. Pero tampoco quería que termine, porque para que termine solo había una opción y yo no estaba preparada.

       Al menos él me aguantaba y me sostenía.

       Así estuvimos dos meses, y llegó septiembre. No podía creer que, en tan, pero tan, poco tiempo, todo se haya derrumbado. Me tomé dos semanas en el trabajo y me quedé en el hospital a cuidar de mi abu, mientras Esteban y la niñera, se ocupaban de los niños.

       Lo que realmente era difícil, para todos. Romeo me extrañaba un montón y yo lo quería acá conmigo, aunque sabía que no podía traerlo a dormir al hospital… Lo único que me reconforta, es que a menos Esteban le presta su celular y me llama dos o tres veces al día…

       A la noche a veces venía Esteban con los chicos, para que los podamos ver y unas horas después se iban. Yo dormía en el sillón del hospital y no quería dejarla ni un solo segundo. Yo iba a sostener su mano, ahora que mi abuelo no está.

       Estos últimos días ella hablaba bastante y aunque yo no quería hablar de esos temas, me dijo que quería ser enterrada en ataúd en el cementerio dónde está mi abuelo. Me hizo hacer una lista de las personas que tengo que invitar y una de las que no tengo que invitar. Me tuve que encargar de avisarle a mi madre, porque mi abu evitaba esa conversación y dijo que iba a venir a visitarla en la mañana.

       También estuvimos viendo fotos, del abuelo o de mi cuando estaba embarazada… La abuela siempre me sacaba fotos con la panza… Fueron unos de mis peores momentos, así que desgraciadamente en todas estaba con una sonrisa falsa muy horrible. Tener que ver esa panza abultada todos los días me recordaba que fui abandonada… Que me dejaron… Pero con una parte de ese amor tan horrible, todavía dentro de mí.

       Ahora eran las ocho de la noche y yo esperaba a Esteban con los chicos y algo de comer, porque casi no como acá.

       Mi abu me contaba de Cervantes, mi abuelo, cada vez más seguido, casi siempre eran las mismas anécdotas, pero hoy me contaba una nueva. De cuando yo era chiquita y me quedé a dormir con ellos. Me dijo que yo era igual que Romeo y siempre quería dormir en el medio de los dos. Que un día que estaba viendo Manuelita, mi película favorita, el abuelo fue a dormir y yo dejé la película para ir a dormir con él, así no dormía solo.

       Cuando llegaron todos, la saludaron y Esteban me dejó a los nenes, para traernos unos cappuccinos.

       Miri estaba en su carrito ya dormidita y daba mucha ternura.

       No sé si mi abu estaba muy cansada o qué, pero le costaba estar con los ojos abiertos, así que le dije que duerma, que no se preocupe. Romeo estaba igual, así que lo acomodé arriba mío, para que descanse su cabeza en mi hombro y duerma, mientras yo le sostenía la mano a mi abu.

Romeo & yo [+18] ✔Where stories live. Discover now