21. Epílogo

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       Hoy, Romeo empezaba su primer año en el secundario y yo me pasé toda la noche anterior nostálgica, pobre de Esteban que tuvo que aguantarme y secar mis lágrimas.

       Eran las siete y cuarto pasadas y ya nos estábamos en la puerta de la escuela. Por suerte no era el primer día de primario Miri (fue el año pasado), porque sino no iba a querer largar a ninguno de los dos. Ya estaban tan grandes.

       Estábamos en el estacionamiento despidiéndonos y no quería soltarlo… ¿Cómo es que mi bebé está tan grande?

       Siento que fue el año pasado cuando lo tuve y le di de amamantar por primera vez y ahora… ya entra al secundario…

       Miri se reía de mí, porque ella entraba quince minutos después y Esteban me agarraba del brazo para que suelte a mi hijo.

       —Ya está, ya está, soltá que tiene que entrar o va a llegar tarde. —Me retó.

       —Mamá, me haces pasar vergüenza. —Se quejó Romeo, ya cansado.

       No debe querer que sus amigos lo vean con nosotros…

       —Está bien, perdón. —Le dije y lo solté, después de besarle su cabecita, por enésima vez.

       Ya estaba tan alto… unos años más y me va a pasar…

       —Vení a darle un beso a papá o no te doy te doy tu mochila. —Le dijo Esteban.

       —¿No podían tocarme padres normales? —Preguntó Romeo quejándose, pero aceptando el beso de su padre en la cabeza.

       —Somos normales. —Respondió Esteban.

       —Son muy densos. —Respondió.

       Uff… Le llegó la adolescencia demasiado pronto…

       Se despidió de Miri y entró al colegio.

       Fuimos caminando a la puerta del primario y dejamos a Miri.

       —Mi bebé, no te acerques a los chicos, que son todos malos. —Le dije abrazándola y se rió.

       —Está bien, mamá.

       Esteban se agachó a mi lado y la abrazó también.

       —Estudiá mucho y no hagas lío. Te amo. —Le dijo Esteban y le besó la frente.

       Se quedó ahí agachado con mi mano en su hombro, mientras la veíamos correr adentro.

       Lo miré y se secó una lágrima, así que me agaché y lo abracé.

       —Crecen muy rápido. —Comenté.

       —Demasiado rápido.

       Se levantó y fuimos al auto. En cuanto entramos, me besó y yo agarré su mano. Estaba calentita, excepto el anillo que tenía en su dedo anular, que estaba un poco frio.

       No nos casamos, al menos no todavía, pero un día me encontró mirando los anillos de casados de mis abuelos y nos los probó. Sorpresivamente nos quedaban justos y Esteban dijo que ese el destino. No me dejó quitármelo y él tampoco lo hizo. Supongo que desde ese día nos comprometimos, pero Esteban es bastante romántico, así que capaz me lo proponga en otro momento también.

       Nunca me voy a olvidar cuando Miri me dijo mamá por primera vez, fue poco después de mudarnos y sentí que tenía una familia. No solo Romeo y yo, sino una familia completa.

Romeo & yo [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora