Capítulo 14

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Tenía que mantenerla entretenida.

Ese fue el primer pensamiento del dominante en cuanto abandonaron la casa del padre de Fiammenta. Sabía a la perfección cómo funcionaba la mente de la chica y si no se mantenía ocupada en otras cosas iba a torturarse una y otra vez por lo que había pasado. A simple vista nadie diría que algo le afectara pero no era así, no era de hierro sino de cristal, cualquier pequeña cosa le hacía daño aunque no lo demostrase.

El piso de la pelinegra quedaba más cerca que su casa por lo que decidió que pasarían allí la noche. Ese piso le encantaba a cualquiera de los dos.

Zabdiel pensó en lo increíble que era la chica cuando ella se arrodilló entre sus piernas. Nada más llegar había sentado su culo en el cómodo sofá de terciopelo. Le gustaba que esa fuese su vía de escape. Le gustaba que ella no pusiera peros a lo que le decía. Le gustaba su sinceridad. Le gustaba la mamada que le estaba haciendo...

Colocó sus dedos sobre su liso cabello y siguió el ágil movimiento de su cabeza.— Creo que todavía no te das cuenta de la maravillosa persona que eres...

Y mientras lo decía, hundía su polla un poco más a fondo, sin necesidad a que ella respondiera a sus palabras.

Ella fue sacándose la polla de la boca poco a poco y sonrió con descaro al ponerse de pie, no se molestó en quitarse los tacones ni siquiera el vestido, con quitarse las bragas fue suficiente.

—Gracias, Zabdiel.— susurró cuando se sentó encima de él y encaminó su erección a su húmeda entrada.

—¿Por follarte?— preguntó empujando hacia arriba haciendo que ella se arqueara.

—Ya sabes la razón por la que te agradezco... Detesto cuando te haces el tonto.

Fiammenta se había preguntado muchas veces el verdadero significado de la felicidad.

Aquello era, sin duda,  su felicidad.

Sus lenguas se enredaban en un peligroso juego de intercambio de saliva. Ella sabía como debía de mover sus caderas para hacer que el maestro siseara de placer. Sus músculos fueron tensándose a medida que los de ella se relajaban, a pesar de seguir montándolo. Las manos de Zabdiel la agarraron con fuerza de la cintura cuando notó el cosquilleo ascender por su espalda y después bajar de golpe hasta su entrepierna. Abrió su boca dejando escapar un gemido con su nombre y frunció ligeramente el ceño.

Explotó. O mejor dicho, explotaron.

Quedaron los jadeos, los besos, las caricias y las palabras susurradas. Las manos de él recorriendo todavía su cuerpo. El rostro de Fiammenta escondido en el hueco de su cuello, tratando de recuperar la respiración.

Esa noche durmieron juntos en el sofá, a pesar de tener una cama mucho más cómoda en el dormitorio. Abrazados el uno al otro. Mezclando sus respiraciones y disfrutando de la acción.

Calma. Paz. Tranquilidad.

Eso era lo único que se respiraba en el piso de la pelinegra hasta que llegaron las cuatro de la madrugada. Ella se removió incómoda en los brazos del maestro, él aflojó su agarre para dejarla acomodarse pero pronto se dio cuenta que estaban en el sofá y no en la cama.

Ella giró hacia la derecha y él no dudó en hacer lo mismo al tiempo que la envolvía en sus brazos, ganándose un golpe contra el suelo que resonó.

—¿Tú estás loca, mujer?— le reclamó frunciendo el ceño—. Por poco te partes la cabeza contra el suelo.

—Bueno, tú por poco te partes la espalda.— lo molestó sin siquiera abrir los ojos.

—Exacto, y todo eso por no querer que te lastimaras.— dejó escapar un suspiro—. ¿Quieres que vayamos a la cama?

Ella arrugó su nariz mientras parecía pensarlo, finalmente sonrió maliciosa y abrió los ojos para mirarlo. A pesar de que el piso estaba oscuro y que la poca luz que entraba no lo iluminaba todo sino una pequeña parte, ellos podían verse.

—No... Quiero que me folles.— pidió relamiéndose los labios, fue suficiente para que la polla del dominante se crispara bajo la tela de su pantalón—. Sin movernos de este lugar, quiero que me lo hagas aquí.

—Estoy empezando a pensar que tienes un fetiche con el suelo.— quiso que sonara como una broma pero ajá voz le falló en el intento.

—Bueno, tú eres el hombre indicado para cumplirme los fetiches, ¿no es así?— cuestionó llevando sus manos a su rostro y acariciándolo con delicadeza.

—Ya sabes la respuesta a eso, muñeca.

Hizo girar sus cuerpos, dejando que Fiammenta quedase tumbada en el suelo y él justo encima de ella. Acarició su labio inferior con su pulgar y ella aprovechó para atraparlo con sus dientes, acto seguido lo succionó. Pero él en esos momentos deseó que no chupara específicamente su pulgar sino otra parte de su cuerpo. Lo retiró para poder atrapar sus labios con los suyos, dándole una previa de lo que se vendría a continuación fingió embestidas contra su cuerpo. Lo único que se interponía entre ambos era el pantalón del dominante ya que ella todavía no se había vuelto a poner las bragas.

—Se está volviendo una manía esto de tener sexo en la madrugada...

—Merece la pena desvelarse por razones como esta.— respondió con una sonrisa ladeada en los labios.

Si de ahora en adelante todas las noches eran así, ninguno de los dos podría negarse, valdría la pena bostezar un par de veces en la mañana del día siguiente y al hacerlo recordar los motivos por los cuales no habían dormido.

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