Capítulo 21

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Zabdiel era un hombre de palabra y esa noche lo demostró cuando la llevó al club. Vendó sus ojos antes de llevarla a una de las habitaciones, el lugar idóneo para cumplir esa fantasía.

El club CNCO tenía esa magia y los dueños también tenían sus trucos.

—Recuerda tu palabra de seguridad, aunque dudo mucho de que la vayas a utilizar.— murmuró Zabdiel antes de dejar un beso en su cuello—. Muñeca, ¿no esperarás que esto sea un trío vainilla, verdad?

—No, sé de tus gustos... Tu sabor favorito no es la vainilla.— respondió con diversión.

—Mi sabor favorito es el de tu saliva cundo se envuelve con la mía.— dio una palmada en una de sus nalgas—. O el de tu excitación, dulce y exquisito.

—Oh, mierda...— se quejó la pelinegra entre dientes. Las palabras del dominante ya habían causado efecto en su cuerpo, sabía que él también se había dado cuenta porque se le escapó una suave risa.

—Tú mencionaste el tema, yo solo te seguí la conversación.— sus dedos tomaron su cabello y comenzaron a trenzarlo, lo ágil que era ni siquiera era una sorpresa para la sumisa pues estaba acostumbrada a que Zabdiel lo controlase todo, incluso su cabello—. Ahora voy a ordenarte silencio, el único sonido que puede escaparse de tus labios van a ser gemidos, jadeos y placenteros suspiros. ¿Entendido?

—Si, señor.— respondió en voz baja mientras bajaba la cabeza, sin importar que tuviera los ojos vendados era un claro gesto de sumisión.

—Voy a deshacerme de tu ropa, alguien más entrará a la habitación y tras saludarte como te mereces empezará lo que tanto deseas.— explicó al tiempo que sus manos empezaban con la acción de desnudarla—. Si en algún momento no te sientes cómoda solo tienes que decir tu palabra, muñeca, no importa lo que te estemos haciendo o cualquier mínimo detalle, lo que importa es que tú te sientas a gusto... Si no es así no vale la pena seguir, ¿ha quedado claro?

—Si, señor.— repitió, esta vez pasando saliva por su garganta un tanto desconfiada. No es que desconfiase en el hombre que le había sacado la ropa sino en el acto sexual que estaba a punto de protagonizar.

El dominante posó una de sus manos en su nuca y tiró de ella para besarla a su antojo, dándole esa seguridad que en esos momentos tanto estaba necesitando.

Sus lenguas batallaron por algunos segundos al tiempo que la mano del dominante se deslizó hasta su entrepierna, sus dedos presionaron contra su humedad haciendo que se le escapara un gutural sonido de aprobación.

Lo que Fiammenta no sabía era que ya no solo eran ellos dos en la escena, pues alguien más acababa de unirse y miraba muy entretenido los movimientos de Zabdiel sobre su coño. Un pequeño "click" le hizo sobresaltarse, ganándose la risa de las dos personas en la habitación.

—Es lubricante, muñeca.— le hizo saber mientras asentía en dirección a su compañero.

Él retiró sus dedos y pronto fueron reemplazados por otros, los cuales deslizaban el frío gel por su clítoris, acto seguido acariciaron sus pliegues y ya para terminar no fueron a su entrada sino que continuaron el rumbo hasta su ano. La pelinegra se retuerce por instinto, había probado el sexo anal unas cuantas veces en su vida pero no era su acto favorito.

Podía entender que a los hombres les gustase más por el simple hecho de que fuera un agujero más estrecho, pero ella no estaba allí para complacer a nadie sino para que la complacieran a ella.

—Nadie va a follar tu culo esta noche.— dejó el dominante en claro—. Vamos a llenarte de diferentes maneras, muñeca.

Fiammenta contuvo las ganas de responder, alguna que otra vez rompía las normas con él cuando estaban a solas pero ahora que había otro hombre quería quedar como buena sumisa.

—¿Te gusta la idea?— el otro hombre preguntó mientras que acunaba su rostro con sus manos—. Responde, hermosura, ¿te agrada pensar que nos tendrás a los dos dentro de tu cuerpo?

—Si, señor.— susurró después de pasarse la lengua por los labios, él aprovechó para acariciar su labio inferior con su pulgar y sonreír de forma socarrona mientras le daba una mirada a Zabdiel.

—Tus latidos ensordecerán mis oídos, muñeca.— se burló el dominante—. Se nota tu nerviosismo y al mismo tiempo tus ganas de él llene tu coño y yo entierre mi polla en tu garganta.

Tragó saliva, incapaz de hablar. En esos momentos habría deseado no tener la venda alrededor de los ojos para comunicarse con Zabdiel a través de las miradas.

Uno de ellos la guió hasta la cama y la posicionaron tal y como la querían, en cuatro.

Al no tener la vista tuvo que afinar sus demás sentidos, el oído le sirvió para escuchar como ambos bajaban la cremallera de sus pantalones. La polla de uno de ellos rozó sus labios y ella por instinto abrió la boca.

—Veo que alguien tiene ganas de chuparme la polla...— dijo soltando una risa.

La mano del dominante hizo contacto con la piel de sus nalgas cuando su compañero enterró su polla en la boca de la sumisa, dio un poco de color a esta antes de que su polla se hundiera también en ella.

La chica estaba envuelta entre sus jadeos, gemidos, suspiros y maldiciones que de sus labios se escapaban. Iban en perfecta sincronización pues cuando uno salía el otro entraba y viceversa. Ninguno de ellos fue suave, los dos tenían un gusto por lo intento que a Fiammenta le agradaba.

Uno de ellos pellizca su clítoris sacándola de ese estado de éxtasis suprema en el que estaba, devolviéndola a la realidad. El otro aprovecha para torturar sus pechos a su antojo.

A la pelinegra le es inevitable buscar más movimiento cuando siente su cuerpo temblar, sus músculos se contraen y se pierde por completo, dejándose llevar por el intenso orgasmo que cruzaba su cuerpo en esos momentos.

—¿Ya te has corrido, hermosura?— le preguntó acariciando su rostro—. No aguantas nada eh... ¿No es así, De Jesús?

—No hemos terminado, todavía no ha gritado mi nombre mientras se corría.— los movimientos se volvieron lentos y tortuosos, desesperando a la pelinegra—. Vas a gritar tanto esta noche que mañana no podrás ni darme los buenos días, muñeca.

Esa noche tenían un único propósito: dejarla sin voz. Y por lo visto también sin respiración y sin los demás sentidos porque esa noche fue sin duda inolvidable. Como el sudor recorría sus cuerpos desnudos, como sus pulmones exigían oxígeno a veces sin éxito, los gemidos que ardían en su garganta, como sus piernas temblaban en cada orgasmo, los espasmos recorriendo su cuerpo, las diferentes posturas todas placenteras... La fantasía cumplida.

Rota Fantasía Where stories live. Discover now