Capítulo 23

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La respuesta de su muñeca no tardó demasiado en llegar. No tenía que fingir una falsa inocencia, su labio inferior no tenía que temblar. Así, tal y como era, descarada y honesta con el maestro más que consigo misma.

—Si, señor.— lo miró a los ojos retándolo con la mirada, haciéndole saber que no le daría el gusto de mostrar sumisión en ese momento.

—¿Es cosa mía o te estás buscando unos azotes?— la pregunta salió de sus labios casi como si se tratase de una afirmación.

—Es cosa tuya, claramente.

—Baja la mirada en este jodido instante.— el tono endureció, dándole a entender que no se trataba de una broma.

Aunque Fiammenta siempre lo negara en voz alta, tenía que admitir que en el interior de su ser existía una pizca de rebeldía y en esos momentos estaba saliendo a la luz.

Zabdiel no le había enseñado disciplina por años para que ahora saliera con esas.
Las normas eran sencillas, en el club tenía que demostrar sumisión y ya fuera de este era otra cosa. Ella mejor que nadie debería de saberlo.

Al ver que ella no tenía intenciones de hacerle caso llevó su mano a su mejilla para dar una palmada en esta, no tan fuerte como para hacerle daño pero con la suficiente presión para que un jadeo se escapara de sus labios.

—¿Qué diablos haces?— preguntó frunciendo su ceño—. Me vas a dejar en vergüenza delante del personal... No me pegues.

—Quien me va a dejar en vergüenza delante del personal eres tú, se supone que eres mi sumisa y lo que más me demuestras últimamente es rebeldía — chasqueó su lengua contra su paladar—, creo que la confianza no es buena.

Evitó quejarse otra vez, aunque ganas no le faltaban, y tras lanzarle una mirada llena de rabia salió disparada del club. En la salida de este, tras cruzar la puerta, chocó contra el cuerpo de un hombre que estaba allí.

Volevo solo fumare.— le dijo con diversión mientras recogía del suelo el paquete de tabaco que se había caído de sus manos cuando el cuerpo de la joven impactó con el suyo.

—Lo siento, no pensé que habría alguien aquí fuera a estas horas.— se excusó tratando de darle una sonrisa.

—Tuve una noche entretenida.— comentó alzando sus cejas.

—Por norma general, las noches en este club son interesantes.

—Pues la de hoy fue el triple de interesante.

La pelinegra abrió la boca con la intención de responderle algo similar, pues de algún modo su nicho también fue el triple de interesante. Fue entonces cuando reparó en la sonrisa divertida del chico que tenía enfrente y se le secó la boca de tan solo imaginar que había sido con él el trío.

Zabdiel se unió a ellos antes de que ella pudiera siquiera pronunciar una palabra al respecto.

—Vaya, vaya... Veo que ya has conocido a Damiano.— la mirada cómplice que intercambia con el recién nombrado no pasa desapercibida para Fiammenta.

—Oh, por Dios, ¿cómo no me he dado de cuenta antes por el acento y tal?— se reprochó a sí misma—. Esto es incómodo.

—No tendría que serlo, yo solo te brindé un poco más de placer esta noche, no te preocupes por lo que pase de ahora en adelante.— dijo él encogiéndose de hombros.

—¿Por lo que pase de ahora en adelante?— cuestionó Zabdiel alzando una ceja.

Damiano rió antes de dar unas palmadas en el brazo del dominante, quien se relajó al ver que el italiano no tenía el más mínimo interés en la muñeca.

—Menos mal que no eras celoso...— lo molestó en un tono divertido.

—No te equivoques, no estoy celoso, hay cosas que me molestan más...

—¿Me estás diciendo que puedo volver a tocar a la muñeca como lo hice unas horas atrás?— presionó mordisqueando su labio inferior.

—No vuelvas a llamarla así.— sentenció—. Y no, tus manos no tocarán más su cuerpo a menos que ella lo decida así..

Él ríe, dejándole saber que lo había hecho caer en su propia trampa una vez más. El amor a veces funcionaba también como método de distracción.

Damiano no sabía demasiado de este sentimiento, era un chico dedicado y centrado a otras cosas. Sus preferencias tiraban más para los hombres que para las mujeres, pero en el momento del sexo un cuerpo era un cuerpo y el placer podría obtenerse con cualquiera de ellos.

—Búscate a tu propia muñeca.— dijo el dominante al tiempo que pasaba su brazo por la cintura de la sumisa, la pequeña tensión que había entre ellos ya se había disipado por completo.

—¿Y que me dices de un muñeco?— preguntó cuando sus ojos vieron a un joven caminar en dirección al estacionamiento.

Esta vez fue Zabdiel quien rió, el nombre no podría ser más acertado en ese caso. Al fin y al cabo ambos eran familia y el parecido era obvio incluso a lo lejos y de madrugada.

—Estás perdiendo el tiempo, ve a por Frigdiano.

—Tiene nombre italiano... Frigdiano.— lo saboreó en sus labios, con su acento.

—Mi padre tenía una obsesión con Italia... Supongo que de ahí viene que nuestros nombres sean tan italianos.— opinó ella.

El que provenía de Italia sonrió con autosuficiencia y tras guiñarle un ojo a la chica en forma de despido y dar una palmada en el hombro de su compañero, emprendió camino hasta el aparcamiento para cruzarse con el muñeco que tanto le había agradado visualmente.

—No puede convertirse en mi cuñado.— es rápida en decir Fiammenta.

—¿Por qué no?

—¡Porque me he acostado con él!— exclamó—. Diablos, será tan raro...

Zabdiel se aguantó las ganas de reír y también de comentarle un par de cosas, como por ejemplo que alguna de sus amigas había mantenido relaciones sexuales con todos (o con la mayoría) de los maestros del club y que las cosas en ningún momento habían tornado incómodas entre ellos.

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