Capítulo 24

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De alguna forma u otra, las fantasías llegaban a ser inquebrantables.

Fiammenta había creído durante un largo período de tiempo que su fantasía estaba rota, amaba a alguien que no la amaba. Muchas personas podrían entender la sensación de dolor en su pecho cada vez que lo recordaba.

Más tarde se empezó a fijar en los pequeños detalles, esos que le demostraban que Zabdiel la amaba, tal vez no se lo dijera con palabras pero sí con todo lo demás. La forma en la que fruncía su ceño cuando alguien más quería tocarla, los besos que repartía en su espalda todas las mañanas, los halagos que le regalaba durante todo el día, las motivaciones cuando veía que no estaba teniendo su mejor día, como buscaba siempre su miraba cuando no se encontraban solos en algún lugar, la seguridad que le transmitía...

Había hecho un cambio en su vida, uno para mejor.

Ella sabía que no era perfecta pero, ¿quien lo era? Todas ls personas del mundo tenían defectos, si no era en su cuerpo era en su personalidad o en ambas cosas. Fiammenta tenía complejos con ambas cosas: con sus centímetros de menos al lado de sus amigas, con su no tan perfecto cuerpo bajo la perspectiva de la sociedad.

Su experiencia con los hombres y su cuerpo no había sido la mejor, siempre tenían algo que decir y ella no era de las que se quedaba callada.

Recordó la segunda noche que entró al club, totalmente enojada y con ganas de quitarse las ganas. Zabdiel la vio interesante desde el primer momento, pero antes de hacerle saber lo que era el buen sexo con él le pediría tan solo una cosa... Que le contara que tan gilipollas había sido el hombre con el que casi se acostaba esa noche.

Hasta el momento nunca le habían acomplejado las cicatrices de sus rodillas, su no tan plano vientre o los labios de su coño, que no eran tal cual los dibujaban en los vídeos porno.

Pero esa noche se dio cuenta de que las personas a veces estaban mejor calladas porque si tenían la boca abierta tendían a soltar estupideces.

Se lió con el mismo hombre durante horas hasta que llegó el momento de dar el paso y saltar a la cama (o al suelo, o a la pared... La calentura todo lo podía). Al quitarse la ropa hizo comentarios que a ella no le gustaron para nada pero que los dejó pasar para "no cortar el rollo": Que si la fina línea de vello que crecía por debajo de su ombligo no se veía bien en una mujer, que con ropa parecía que tenía más tetas, que debía de trabajar sus brazos en el gimnasio...

La gota que llenó el vaso fue cuando separó sus piernas y se rió soltando una pregunta que la chica no quiso volver a escuchar en su vida "¿Pero esto que es?"

No soportó más, fue rápida en levantarse y vestirse para largarse de allí cuanto antes.

Zabdiel había escuchado atentamente su relato y acto seguido le indicó el camino a seguir para llegar a una de las habitaciones del club, la desnudó sin prisa porque quería admirar no solo su cuerpo sino también las expresiones de su rostro y sus reacciones con cada una de sus acciones.

Sus manos la empujaron suavemente para dejarla caer en la cama y con sus codos separó sus piernas, acarició estas suavemente acercándose con sus labios hasta su coño.

—¿Pero esto que es? — repitió la pregunta del anterior hombre con una sonrisa divertida en los labios—. Es lo que estoy a punto de comerme.— le hizo saber antes de que su boca tomara posesión del mojado coño de la pelinegra.

Él le había hecho amar cada parte de su cuerpo, así como la amaba él.

—¿Fiammenta?— la llamó, caminando descalzo por la casa en busca de la chica que con él vivía.

—En la habitación.— respondió desde esta.


Él no tardó demasiado en llegar, se encontraba lo suficientemente cerca.

Una sonrisa se dibujó en sus labios al verla tumbada en la cama, mirando en el teléfono lo que suponía que era una serie de Netflix.

Se acercó dispuesto a besarla pero algo en la habitación llamó su atención, la bolsa azul que descansaba encima de la mesita de noche.

—¿Qué es eso?— preguntó con curiosidad.

—Oh, eso... Esta tarde fui con Cyara a una Sex Shop y...

—¿Crees que necesitamos juguetes sexuales?— preguntó riendo—. Muñeca, no hemos probado todos los que tenemos en el cuarto azul para que quieras comprar más...

—¡No me culpes!— chilló dejando el teléfono a un lado y centrado su atención en el dominante—. Era azul y medía veintitrés centímetros, como tu polla... Fue amor a primera vista.

—Mi polla no es azul.— bromeó él.

—Pero también mide veintitrés centímetros y fue amor a primera vista.— murmuró como si fuera obvio mientras tomaba la bolsa entre sus manos y sacaba de esta su nuevo juguete sexual—. ¿Lo estrenamos o que?

Se relamió los labios para después atraparlos con sus dientes y mirarlo de esa forma que lo incitaba a hacerle de todo, una mirada llena de fuego, que desataba la pasión entre los dos en menos de un segundo. Zabdiel ya conocía sus trucos, si le ponía ojos de "maldita sea, quiero que me folles" él iba a hacerlo.

—Si invitas...— alzó sus cejas ante la propuesta y sin pensarlo dos veces se subió a la cama con ella.

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