MALA VIDA

Comida

Le duelen los riñones cuando al fin despierta en el horrible sofá de Anne y Dan. Quizá no debería haberlos llamado, pero no sabía qué otra cosa hacer. Echa de menos el tacto viscoso de Ve contra su piel. Aún no acaba de creerse que siga vivo pero recordar el brillo azabache de sus tentáculos contra la piel blanquecina de su estómago ayuda.

–Buenos días –Anne lo observa como si en cualquier momento fuera a cometer una locura–. Hay tortitas, si quieres.

Por un momento, espera oír a Ve gruñendo "Hambre, Eddie".

–Gracias –Eddie murmura levantándose del sofá tras un segundo de más en silencio. Odia que Anne lo mire de esa manera, pero tampoco puede ser muy duro juzgándola contado lo cerca que estuvo de saltar del Golden Gate.

El silencio tiene un peso distinto cuando puede notar el leve cosquilleo que le eriza todo el vello del cuerpo. La sensación no ha desaparecido en ningún momento desde que Ve los mantuvo seguros hasta conseguir saltar de nuevo al otro lado del puente. A veces le asusta lo mucho que ha llegado a depender de Ve.

–No puedo ni llegar a imaginar por lo que estás pasando –Anne intenta sonreír mientras acaba de servir la última tanda de tortitas– pero estamos aquí para ti si

–Lo sé, Anne. –Eddie suspira intentando cambiar el tema de conversación–. Sólo fue un momento de debilidad.

–Me necesitan en la oficina. –Anne le sirve las tortitas y se despide con un beso en la mejilla–. Llama si necesitas cualquier cosa. ¿Me oyes, Eddie? Cualquier cosa. –Lo mira apuntándole con el dedo antes en enfundarse en su abrigo y colgarse el bolso–. Dan estará aquí en un par de horas.

–¡Hasta luego, Anne! –grita al oír el portazo bañando las tortitas en sirope de chocolate.

No puede evitar reír al ver un tentáculo escaparse de su brazo casi tembloroso y arrastrarse hasta el plato.

–Ya tengo todo lo que pueda necesitar. –Eddie se lleva su muñeca hasta los labios, ignorando las quejas de su simbionte cuando no puede alcanzar el desayuno.