Nunca

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Eddie no sabía qué esperar cuando al fin Carl abrió la puerta. El hombre apenas parecía una sombra de la imagen grabada en sus recuerdos. Era como si el tiempo lo hubiese consumido, dejando sólo un cadáver en vida. Sus ojos tenían un tono amarillento enfermizo y parecían haberse hundido en su rostro enjuto.

Eddie respiró hondo, intentando ordenar sus pensamientos. Había algo reconfortante en la sensación de Ve contra su piel. Daba igual lo que pasara, no estaba solo.

"Nunca, Eddie" Ve ronroneó, el sonido haciendo desaparecer los últimos rastros de ansiedad.

–Al final has venido. –Carl se le adelantó, con una mueca de disgusto dibujada en el rostro.

–¿Puedo pasar? –Eddie musitó metiendo las manos en los bolsillos.

–Esta no es tu casa –Carl escupió tajante.

–Pero bien voy a pagar por ella. –Eddie alzó el rostro, mirando al hombre por primera vez a la cara–. Podría dejar que el banco se la quedara.

–Me lo debes. –Carl se metió en su espacio personal señalándole con el dedo–. ¿O hubieses preferido que dejara que te pudieras en la cárcel?

Eddie dio un paso atrás, trastabillando con el peldaño de la entrada. Se miró las manos, llenas de sangre. Había tanta sangre. El crío había salido de la nada y no había tenido tiempo de frenar. Se notaba la garganta irritada, de tanto gritar para que alguien los ayudara.

"Eddie, respira. Es sólo un recuerdo." El color escarlata empezó a mezclarse con el negro brillante de Ve hasta que al fin desapareció. Eddie resiguió la forma de sus dedos, fríos al tacto. Las vetas blancas le daban el aspecto del mármol pulido. Era precioso.

–No eres más que un parásito que vive arrasando la vida de los que te rodean. Nos dejaste sin nada. –Su padre seguía con su discurso.

–No nos llames parásito. –La voz de Ve retumbó en el silencio de la mañana. Decenas de tentáculos lo rodearon y una fila ingente de dientes lo devoró haciéndolo desaparecer por completo.

"¡Ve!" intentó gritar en su cabeza "¡Me lo prometiste! ¡Ve!" La sensación de no ser más que un pasajero en su propio cuerpo seguía siendo demasiado extraña pero era la primera vez que lo asustaba.

–Sólo era un crío y estaba asustado. –Ve agarró a Carl por el cuello y lo alzó como una muñeca de trapo. El hombre intentó desesperado mantener los pies en el suelo pero era inútil. Cuando eran Venom, su fuerza era sobrehumana–. Le rompiste la nariz contra la mesa del comedor.

Venom cruzó el umbral y cerró la puerta tras de sí. Eddie estaba en shock, incapaz de prestar atención a su alrededor. La ira del simbionte parecía querer arrastrarlo al abismo. Venom dejó caer a Carl en una de las sillas del comedor y, sin ningún escrúpulo, le estampó la cara contra la mesa de ébano.

–Divertido, ¿verdad? –Venom sonrió mostrando todos sus dientes.

La sangre resbalaba empapando el rostro de Carl y dejando un pequeño charco en la madera oscura. Carl gruñó llevándose las manos a la nariz.

–¡Oh, Dios!– el hombre suplicó meándose encima. –Por favor... No nos

Eddie seguía gritando desesperado. Estaba seguro que en cuanto Ve le devolviera el control de su cuerpo iba a vomitar. Eddie se había pasado más de media vida intentando enterrar los recuerdos de ese en el olvido.

–Eddie no quiere que te hagamos daño. –Ve lamió la mejilla de Carl con su lengua afilada, disfrutando en los sentimientos de asco y terror que se reflejaban en el rostro del hombre–. La próxima no tendrás tanta suerte.

Eddie estaba temblando cuando al fin Ve se hundió perdiéndose entre sus entrañas. Con los nervios a flor de piel, fue incapaz de mirar a su padre a la cara. Casi en piloto automático, sacó el cheque de su cartera y lo dejó a escasos centímetros del charco de sangre sobre la mesa. Carl se sobresaltó al oír la palma de la mano al chocar con fuerza contra la madera.

–Con esto estamos en paz –Eddie no dijo nada más antes de darle la espalda al hombre por última vez.

MALA VIDAWhere stories live. Discover now