Compartiendo un cuerpo

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Eddie apenas recordaba haber llegado a casa, mucho menos haberse metido en la bañera o porque estaba en el hospital. El término que Dan había usado había sido fallo multiorgánico por posible infección vírica. Al menos esa era la versión oficial. La versión extraoficial era que Ve se había comido parte de sus pulmones, el hígado y los riñones y estaba empezando a echar buena cuenta del corazón cuando Dan los encontró.

Por lo que Anne le había contado, era Ve quién los había llamado y esa también había sido una conversación de lo más entretenida contando que Eddie nunca había llegado a confirmarles lo que era más que evidente.

Eddie llevaba un buen rato intentando tentar a Ve con un cuadradito de chocolate negro. Durante un rato había funcionado, por algo era el favorito del simbionte, pero hacía rato que no conseguía que algún filamento negro se desprendiera de su piel y envolviera la onza de chocolate haciéndola desaparecer entre su masa viscosa.

–Ve, estoy bien. –Eddie suspiró llevándose el cuadrado a la boca–. Tendría que haber prestado más atención pero a veces los accidentes pasan.

Eddie se volvió a recostar intentando encontrar una posición más cómoda en la cama. La vía lo molestaba. Estaba harto de notar la aguja clavándose en su brazo cada vez que se movía. Al menos ya no se ahogaba cada vez que intentaba respirar. Echaba de menos a Ve pero el simbionte parecía decidido a no dar señales de vida.

–¿Necesitas que suplique? ¿Es eso? –Eddie gruñó frustrado. Estaba cansado del hospital, de las paredes anodinas y del pitido de las máquinas. Eddie le dio otro mordisco a la tableta de chocolate. Sólo quería volver a casa y dormir dieciséis horas seguidas.

***

El tiempo parecía transcurrir a un ritmo extraño en la habitación del hospital. Los minutos parecían convertirse en horas y las horas se volvían eternas. Ni siquiera el ir y venir del personal sanitario lo ayudaba a pasar el aburrimiento.

–¿Cómo te encuentras? –No sabía cuánto tiempo había pasado cuando la cara de Dan se asomó sonriendo.

–¿Bien? –Eddie no tenía claro que esperaba que contestara. Estaba convencido que si ahora mismo le hicieran una resonancia tendría el corazón de un chaval de veinte años. –Hace una media hora que Ve ha terminado con los pulmones y los riñones vuelven a funcionar.

–Eddie, ¿te has planteado ver a un psicólogo? –Dan se acercó hasta la cama escondiendo las manos en los bolsillos de su bata blanca.

–No –Eddie contestó tajante y se irguió, intentando mantener la distancia con el doctor–. No me pasa nada. Sólo ha sido un accidente. Estamos bien, Dan. ¿Nos vas a dar el alta?

Dan se lo quedó mirando con una expresión extraña en el rostro antes de poner la cara anodina que usaba con sus pacientes.

–¿Habías tenido episodios disociativos con anterioridad? –Dan le observó las pupilas con una linterna pequeña.

–¿Qué? –Eddie empezaba a sentirse como un animal acorralado–. ¡No nos pasa nada, Dan! Hacía muchos años que no tenía un episodio. Sé cómo manejarlos.

–¿Y Venom? ¿También sabe cómo manejarlos? –Dan siguió insistiendo.

–¡No metas a Ve en esto! –Eddie se levantó olvidando por completo la vía en su brazo–. ¡Joder! –gritó cuando notó el dolor cuando la aguja le rasgó la carne. La sangre empezó a brotar en un carmesí profundo y espeso–. Joder –musitó haciendo presión sobre la herida. Como un acto reflejo, el negro azabache de Ve cubrió la herida y la hizo desaparecer como si nunca hubiese estado allí.

¿Por qué Ve no le hablaba? ¿No era él el que le había dicho que sólo existía el "nosotros"? Lo único que Eddie quería era llorar y desmoronarse en la soledad de su apartamento donde nadie pudiera juzgarlo.

–Gracias por todo, Dan. –Eddie rebuscó en uno de los cajones y encontró uno de sus tejanos viejos y su sudadera gris.

–Eddie, estamos aquí para ayudarte –Dan continuó insistiendo mientras Eddie se vestía–. No tienes porque afrontarlo solo.

–Nunca estoy solo. –Eddie posó su mano sobre el hombro del doctor antes de abandonar la habitación–. Dale recuerdos a Annie.

MALA VIDAWhere stories live. Discover now