Capítulo 1.- Opinión empírica

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Los últimos días de enero eran siempre los más fríos de Londres, caracterizados por nevadas constantes y una drástica disminución en la temperatura que afectaba a los más jóvenes y a los ancianos de pulmones débiles.

Hanji no estaba dentro del margen de riesgo, pero Levi le había insistido en usar el abrigo nuevo, una bufanda, los guantes lilas y las medias de lana.

— Vaya, qué hermosa te ves, Hans. —Le dijo su buena amiga, Nanaba Zacharius, mientras la recibía en el pórtico de su casa, en lo alto de la calle Crawford. La nieve había cubierto las verjas de hierro y los rosales de su amiga, mientras los adornos de Navidad seguían colgando de las ventanas.— ¿Fuiste de compras?

— La semana pasada. —Admitió la médico forense mientras se limpiaba los pies en el tapete de la entrada. Adentro la recibió la calidez del fuego del hogar, arrancándole un suspiro de satisfacción.— Levi no quiere reconocerlo, pero le gusta comprar. Y a Mikasa también.

— A veces me desconcierta lo mucho que se parecen esos dos. —Nanaba se echó a reír, ayudando a la castaña con el pesado abrigo de lana gris.— Cualquiera diría que son…

Nanaba se interrumpió, consciente de que había metido la pata. Lanzó a su amiga una mirada de disculpa, pero ella sólo despachó el asunto con un cabeceo.

— ¿Cómo va el trámite? —Preguntó la rubia con más cuidado.

— No tan bien como quisiera. —Reconoció Hanji mientras se quitaba los guantes y los guardaba en el bolsillo secreto de su falda. Ambas se movieron hacia el saloncito junto al recibidor, con el susurro de sus faldas sonando al unísono.— Pensé que sería la mujer más feliz del mundo cuando el juez Bradley nos concedió la custodia de Mikasa y Eren, pero saber que no puedo adoptarla legalmente me tiene muy frustrada.

— Cuando me dijiste que querías adoptar a esos chicos, debo reconocer que me sentí algo inquieta. —Mencionó Nanaba, haciendo una pausa cuando Rico se aproximó a ellas. La había contratado a finales de noviembre, por insistencia de su marido, quien no se sentía a gusto de que su esposa se quedara sola cuando él no estaba.— Rico, ¿podrías traernos un poco de té y las galletas que preparamos temprano?

— Sí, señora.

Hanji observó a la doncella alejarse hacia la cocina.

— Vaya, es muy bonita. ¿Segura que tu marido no está siendo un canalla?

Nanaba la fulminó con la mirada y, con un abanico cerrado, le azotó un golpe en la cabeza.

— ¡Ay, no con el abanico! —Hanji intentó arreglar su peinado pero al final decidió que no era importante. En un gesto infantil, le sacó la lengua a su mejor amiga.— ¿Y de todos modos para qué necesitas un abanico? ¡Afuera está helando!

— Para golpearte cuando digas alguna tontería. —Repuso Nanaba con un porte orgulloso.

Luego, ambas se echaron a reír como niñas.

— Pero ya en serio, sobre el asunto de los niños… Sé lo que la mayoría de la gente diría al respecto. —Nanaba extendió su mano hacia la de Hanji, apretándola en un gesto cálido y cariñoso.— Después de seis años de matrimonio, llegué a pensar que no tendría la bendición de tener mis propios hijos.

— ¿Nunca consideraste la adopción? —Preguntó Hanji con curiosidad.

— Sí, pero para una mujer joven siempre es un estigma. —Nanaba suspiró, recordando con tristeza todas aquellas veces que fue desplazada o tratada con condescendencia por su supuesta incapacidad para tener hijos.— Lo hablé con la madre de Mike y no lo tomó mal, pero mi padre… Él se sentía realmente decepcionado. Tener una hija incapaz de dar a luz…

Jack el destripador | Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora