Capítulo 18.- Espinas en el corazón

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Advertencias: Actos explícitos de violencia. Tortura.

[.]

Los monstruos que salían de sus tumbas no son nada comparados con los que llevamos dentro del corazón — Max Brooks.

Lunes 00:18 am - 29 de Mayo de 1887

Anka Braudenberg llevaba casi cinco años trabajando en el St Bartholomew Hospital. Lógicamente había estado en ese armario al menos un millón de veces, entrando y saliendo para coger vendas, gasas, jabón carbólico, entre otras muchas cosas. Era, como el resto del hospital, un lugar que conocía muy bien y donde se sentía a salvo.

Y de pronto, sólo por haber sido demasiado curiosa, ese espacio que alguna vez fue tan reconfortante se había transformado en el escenario de una pesadilla.

Yelena permanecía quieta junto al estante de insumos, mirándola sin mover un sólo músculo. Si bien Anka no era capaz de definir sus rasgos a través de esa oscuridad, podía sentir su disgusto e irritación.

— Estaba a punto de correrme, tonta. —Le echó en cara con una voz despreocupada, como si simplemente discutieran por quién se comió el último pastelillo en la cafetería del hospital.— Pudiste al menos tener la gentileza de esperar unos minutos.

— Yelena. —Zeke la hizo callar con una voz suave pero autoritaria, volviendo su atención hacia la otra enfermera. Desde que la hubieran arrastrado al interior del armario, el doctor había permanecido sentado sobre su pecho, haciéndole imposible siquiera tratar de levantarse. En realidad, apenas podía respirar.— Lo lamento, querida, pero interrumpiste un momento muy íntimo. Debes entender que a la mayoría de las mujeres les disgusta no llegar al orgasmo.

Yelena resopló.

— Como si ella supiera lo que es un orgasmo.

— Sin embargo —continuó Zeke, como si la rubia no hubiese dicho nada—, me has ahorrado el tener que buscarte en la oscuridad del hospital. Este lugar da miedo, ¿no crees? Dicen que está embrujado.

A pesar de la limitación para respirar o hablar, las lágrimas no dejaban de fluir y correr por la cara de Anka.

— ¿Por qué yo? —Preguntó en forma de súplica, con la voz ahogada por la falta de oxígeno.

Yelena volvió a resoplar, pero Zeke fue incluso delicado cuando se inclinó hacia abajo y acarició su rostro, limpiando su lágrimas.

— Porque Yelena piensa que tú sabes dónde se oculta Erwin Smith. —Respondió con una amabilidad incongruente con la situación. El llanto de la pelirroja se hizo más intenso, causando un leve ahogamiento.— Shh... Tranquila. Debes calmarte. Si pierdes el control podrías ahogarte con tus propias lágrimas, ¿sabes?

Él sonaba tan sincero, tan preocupado por ella, como si no fuera el responsable directo de que no pudiera llevar suficiente aire a sus pulmones.

Aún así, a pesar del miedo, Anka se esforzó en controlar su llanto y así poder respirar más lento.

— Eso es, buena chica. —Zeke sonrió, quitando un mechón de cabello castaño cobrizo de su frente.— Ahora, no te culpo por haber ayudado Erwin Smith. Él es realmente muy convincente. Creo que ambos nos parecemos en eso. Y has sido muy lista; donde sea que lo hayas escondido, la policía sigue sin encontrarlo. Pero en serio necesito saber dónde está, querida.

Los dientes de Anka comenzaron a castañear, tal vez por el miedo, tal vez por el frío que empezaba a sentir, pero aún con todo eso, logró reunir suficiente saliva para escupir justo sobre el rostro del doctor.

Él se echó hacia atrás.

— Tú no te pareces en nada a él. —Anka logró decirle, concentrándose en cada palabra. Cada una saliendo desde lo más profundo se su corazón.— Tú eres un monstruo.

Jack el destripador | Segunda TemporadaWhere stories live. Discover now