Capítulo 4.- Un nuevo camino de migajas

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Levi no era para nada un hombre de fe, mucho menos alguien adepto a la iglesia, así que cuando se propuso a Hanji Zöe, pensó que bastaría con una ida rápida al registro civil y tal vez una cena con los mocosos y el matrimonio Zacharius.

Jamás se le cruzó por la mente que su progresista y científica prometida querría presentarse frente al altar. O que habría alguna diferencia entre las iglesias de St James y la de St Paul.

En aquel momento se encontraba sentado en una de las largas bancas de la rectoría, soportando la ansiedad que le producía el ocio mientras Hanji charlaba con el pastor.

Llevaban un buen rato en ello, recorriendo la catedral de punta a punta, discutiendo si acaso no era muy grande para los cincuenta invitados que tenían contemplados, o si valía más la belleza de sus vidrieras por encima de los hermosos arcos de St Patrick.

Llegó un momento en el que el detective se rindió y comenzó a contar ovejas mientras levantaba la mirada hacia la bóveda del techo.

Poco a poco se sumió en un sueño profundo, con ángeles que sobrevolaban por encima de su cabeza con lazos de gasa blanca. ¿O eran sus alas? De cualquier modo, se sentían muy suaves cuando rozaban su rostro al pasar.

Conforme los ángeles marchaban, una figura comenzó a hacerse presente detrás de todos los lazos. Se trataba de una mujer de largo cabello oscuro.

Apenas la reconoció, Levi se levantó de la banca y anduvo hacia ella, sintiendo que su corazón se aceleraba cuando se vio reflejado en esos ojos grises tan similares a los suyos.

Kuchel Ackerman le sonreía y lo recibía de brazos abiertos, con la belleza enfermiza que recordaba de sus últimos días de vida.

— ¿Estoy soñando? —Le preguntó afligido y ella asintió con tristeza.

— Sí, pero no significa que no esté aquí contigo, mi amor. —Kuchel lo cubrió con sus brazos cuando él se acercó más. Aún ahora, ella seguía siendo más alta.— Me hubiera encantado estar ahí contigo el día de tu boda.

— Te extraño.

Levi quiso respirar el aroma de su madre, pero apenas podía recordarlo. Ella siempre se esforzaba por estar limpia a pesar de las degradantes condiciones en las que vivían en el burdel.

Kuchel pasó una mano por la base de su nuca.

— Yo también te extraño, mi pequeño. Algún día nos reuniremos, pero no será pronto. —Con un beso en la mejilla, Kuchel apartó a Levi de su cuerpo, sorprendiéndolo al mostrarle una mirada más seria.— Tienes que cuidarla, Levi. Eres todo lo que le queda.

— ¿Eh? —El detective observó la figura de su madre, pero ella parecía empezar a desvanecerse en un halo de luz.— ¿A qué te refieres, madre?

— Cuídala, Levi. Eres su única familia.

— ¡Mamá!

— Cuídala.

Levi se despertó con un violento sobresalto, olvidando en dónde se encontraba en ese momento.

La bruma del sueño se despejó de un modo casi doloroso, mientras él intentaba atrapar los últimos recuerdos de tan extraña epifanía.

— ¿Levi?

La voz de Hanji le llegó por el pasillo del altar, viniendo ella con una expresión acongojada. ¿Acaso él había gritado o algo así? Esperaba que el dichoso pastor no tuviera la fantástica idea de hacerle un exorcismo o algo así.

— Estoy bien. —Mintió cuando su prometida llegó a su lado, tocando su frente como si buscara rastros de fiebre. Por el contrario, Hanji lo sintió frío y sudado, lo que le hizo poner mala cara.— Tranquila, sólo es que estoy cansado.

Jack el destripador | Segunda TemporadaWhere stories live. Discover now