Capítulo 2.- Fantasmas

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Uri Reiss observaba la nieve que caía desde el alfeizar de la ventana; los pequeños copos de hielo se deslizaban perezosos en el viento, deshaciéndose antes de caer sobre las cabezas de los transeúntes.

La vista desde Mayfair era linda, según mucha gente, con las largas calles llenas de tiendas, casas de estilo clásico y georgiano, y las flores perfectamente cuidadas de los jardines en primavera.

Sin embargo, para Uri aquella era una belleza melancólica y fría, tan insensible como el espíritu inglés sin rastro de emoción o color.

Y así sentía su corazón, helado y marchito, dormido por el invierno que se había adelantado cuando Kenny Ackerman desapareció de su vida.

Se había acostumbrado a verlo a hurtadillas en el Craven's y otros establecimientos clandestinos del East End; el aroma a podrido y la serenata de vendedores ambulantes jamás lo habían molestado, pues Kenny era lo bastante conocido y temido por aquellos rublos para que nadie se atreviera a meterse con él.

Llevaba tres meses sin verlo y sin tener noticias suyas.

Tras los acontecimientos que sacudieron Londres, todo el mundo estaba aliviado con la muerte de Jack el destripador, pero Uri permanecía muy escéptico al respecto.

Kenny nunca le había revelado la verdadera identidad del asesino serial, pero sabía que estaba implicado en ello de alguna manera. Y cuando se encontró con el detective Levi Ackerman en el Craven's aquella noche, supo que los oficiales de Scotland Yard lo tenían en la mira como principal sospechoso.

Pero ya había pasado mucho tiempo de eso y las declaraciones de Scotland Yard a la prensa eran bastante ambiguas.

Si Kenny estaba muerto o vivo, o si era inocente a las acusaciones de su sobrino... Uri no podía saberlo.

Sólo le quedaba esperar en el departamento que su hermano, Rod, rentaba para él en el corazón de Londres.

El sonido de la puerta abriéndose de par en par lo sacó de sus pensamientos, pero se mantuvo calmado e indiferente cuando volvió la mirada hacia Robert, su mayordomo.

— ¡Señor Reiss! No debería tener la ventana abierta. —Le regañó el anciano. Aunque era agradable y de temple tranquilo, a menudo se enfrentaba a sus sermones sobre lo descuidado que era con su salud.— Estamos en la época más fría del año. Hasta los hombres más curtidos están expuestos a las enfermedades, así que usted...

— Yo podría morir en dos días si alguno de esos copos de nieve me toca. —Concluyó Uri con un dramático sarcasmo que hizo que el bigote de Robert se agitara con molestia. Aburrido, cerró la ventana y bajó los pies al suelo.— ¿Qué ocurre, Robert? Por lo general guardas tus reclamos para después del almuerzo.

— Pero tu sobrina favorita no tendría por qué esperar hasta la cena.

Una voz suave y femenina se coló detrás del mayordomo, quien se hizo a un lado para revelar la delicada figura de Frieda Reiss, la hija mayor de Rod.

Aunque había heredado el cabello oscuro de su padre y los ojos azules de la familia, parecía un misterio revelar de dónde Frieda había sacado tanta belleza.

Sus rasgos eran tan finos como los de un ángel, pero sus facciones tenían el carácter de una mujer inteligente y divertida.

A pesar de su apatía, Uri le sonrió con cariño.

— Puedes irte, Robert. Su majestad ha venido a visitarnos.

Frieda se echó a reír por aquel chiste, pero como era usual, el mayordomo se alejó susurrando algo acerca de que su patrón debía ser más cauteloso con sus palabras.

Jack el destripador | Segunda TemporadaWhere stories live. Discover now