Prefacio.

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Reike White había nacido satisfecha, no sentía miedo o preocupación por absolutamente nada, no era una persona que se quedará despierta durante toda la noche pensando, o en todo caso reflexionando sobre todas las decisiones que la habían llevado hasta ese momento.

Pero ahí estaba, dando vueltas en la cama sin poder cerrar los ojos. Estaba nerviosa, llena de impotencia y frustración, y sorpresivamente sentía miedo; una sensación que nunca antes había sentido.

Ella no le tenía miedo a nada, a diario tomaba riesgos sin importar las consecuencias, nunca se quedó con las ganas de hacer o decir algo, a excepción de una cosa...

Cerca de la medianoche Reike salió de la cama, había contado hasta el dos mil con la esperanza de quedarse dormida en el proceso, había recitado de memoria Romeo y Julieta en su cabeza, pero no tuvo éxito.

Reike se dirigió a la ventana de la habitación solo para poder ver el cielo y no sentirse sola en su agonía, su madre trabaja en el turno nocturno como enfermera en el hospital, por lo que estaba más que acostumbrada a estar sola durante la noche. Normalmente no sentía la soledad, los vecinos mayormente siempre tenían pequeñas fiestas (a las que a veces se unía) y la música se expandía hasta la comodidad de su habitación, para muchos podría ser molesto, pero para Reike era relajante.

Extrañamente esa era la primera noche en años en que no había una fiesta en su vecindario, el cielo estaba gris y amenazaba con cualquier momento desplomarse.

Reike jamás había visto el cielo tan gris, afuera no había ni una sola persona, o algo que pudiera distraerla de sus emociones, pero igual se quedó pegada a la ventana.

Sabía que algo no estaba bien, lo podía sentir en la forma en que el aire la golpeaba y lo oscuro que estaba afuera.

Entonces, la emoción que Reike jamás había sentido se intensificó e instintivamente tomó el teléfono, llamando a su madre.

Primer intento fallido.

Segundo intento fallido.

Con mayor desesperación, intentó llamar a su madre. 

—¿Diga? —hablo a través de la línea, su voz se escuchaba adormilada y cansada —¿Quien habla?

—Mama, tengo mucho miedo —soltó, comenzando a sollozar. Algo crecía en su pecho, tal vez la desesperación que nunca había experimentado, o era el miedo creciendo —por favor, ven ya.

—¿Reike? —preguntó, su madre notablemente confundida —¿De qué hablas? Llegué hace tres horas.

—¿Qué?

—Llegue hace tres horas, cielo —repitió, —tal vez no me oíste llegar por la música de los vecinos.

—Pero, no hay música —anuncio Reike, a la vez en que se le formaba un nudo en la garganta. —Todas las luces están apagadas, es como si no hubiera nadie.

—Reike, me estás asustado —aviso su madre —si esto es una broma, no es graciosa.

Reike se tensó en su lugar, en su habitación no había nada fuera de lo normal, sin embargo, se sentía extraña, fuera de lugar. El teléfono se deslizó de sus manos, al momento de escuchar fuertes pisadas afuera de la habitación que tardó en comprender que no era la suya.

Todo era igual, los mismos colores, los mismos muebles, pero no era su habitación.

Por instinto se miró en el espejo, tampoco se miraba como se había ido a dormir. Reike se hizo muchas preguntas en ese momento, mientras intentaba recordar cada detalle de su vida que la haya llevado a vivir esa situación porque sabía que se quedaba sin tiempo.

Fecha de publicación:27/02/23
Fecha de finalización:24/02/24.

¿Que Le Sucedió A Reike?Where stories live. Discover now