II

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Cuando recuperé el conocimiento me encontraba tirado en el suelo de la cubierta de un barco, me levanté con dificultad y observé como más de 10 hombres corrían de un lado a otro cumpliendo las órdenes del hombre que había pagado mi deuda y que supuse sería el capitán.

-¡Capitán la princesa ha despertado!- Gritó un hombre al verme en pie. No obstante, el capitán parecía demasiado ocupado para malgastar su tiempo en mí.

Yo miré a mi alrededor, el barco había zarpado no hacía mucho, puesto que todavía era capaz de divisar el puerto, y por un instante, tan solo por un instante, estuve tentado de saltar por la borda. ¿Y a quién no le habría pesado esa idea por la cabeza estando en mi situación? Me encontraba en un barco desconocido, rodeado de hombres de moral muy cuestionable y ni siquiera sabía si realmente habían pagado mi deuda.

-El capitán hablará contigo en un rato, mientras tanto haz algo de provecho y amarra bien los cabos. -Yo le miré interrogativo... ¿Qué cabos debía amarrar? ¿Y cuál era el modo correcto de hacerlo? - ¿Estás sordo? -Volvió a gritar.

-No señor. -Me atreví a responder.

- ¿Y por qué no estás cumpliendo mis ordenes?

-No... no sé cómo hacerlo...- Aquella era la primera vez que subía a un barco, pero al ver la cara de desagrado de aquel hombre, decidí no decirlo en voz alta.

-Quizá sí que hemos subido a una princesa a bordo después de todo... -Dijo un muchacho risueño mientras descendía del mástil. El resto de la tripulación pareció divertirse por el comentario.

-¡Capitán su nueva adquisición es...! -El hombre parecía a punto de decir una barbaridad, pero la estruendosa voz del capitán no se lo permitió.

-Señor Brown, venga a tomar el timón. – Cuando el tal señor Brown tomó el puesto del capitán  bajó las escaleras y se dirigió a mí. -Sígueme. -Ordenó sin más.

Yo bajé la cabeza y lo seguí al interior del barco, hasta lo que supuse sería el camarote del capitán. Él entró y se sentó tras su escritorio, después tomo un cuaderno y comenzó a escribir sin dar señales de recordar que yo estaba allí.

-Bien muchacho. -Dijo un rato después. -Espero no haberme equivocado contigo... Pagué tu deuda antes de partir, por lo que tus hermanas no sufrirán ningún daño. -Yo lo miré sorprendido. – Si no me he informado mal, te llamas Beorn Sant, eres noble, tienes cuatro hermanas y has arruinado a tu familia ¿Estoy en lo cierto?

-Sí señor... -Dije sin atreverme a levantar la vista del suelo.

-Sí capitán – Me rectificó.

-Sí capitán. -Repetí.

-Bien, tu deuda conmigo no estará saldada hasta que yo lo digo... y hasta que llegue ese momento no podrás poner un solo pie fuera de este barco ¿Está claro?

-Sí señ... capitán. – No sabía cuáles habrían sido los motivos del capitán para salvar mi vida y la de mis hermanas, pero en aquellos momentos me daban igual.

-Viéndote en cubierta entiendo que no tienes ni puñetera idea de desempeñar ninguna tarea ¿Cierto?

-Yo no diría tanto capitán.- Esos mese había dejado de ser el sabelotodo presumido para convertirme en el último despojo de la sociedad, pero aún tenía un poco de amor propio.

-¿Qué dirías entonces?- Preguntó alzando una ceja.

-Se de economía, se me dan muy bien los números y retengo datos con mucha facilidad. -El capitán comenzó a reír.

-No sé si fiarme de eso después de ver la deuda que habías acumulado chico. Estarás bajo las órdenes del contramaestre, el señor Brown, más te vale aprender rápido...

-Gracias por salvar a mi familia... - El capitán pareció sorprendido por mis palabras.

-Algún día quizás te pida el mismo favor. -Dijo serio al tiempo que me indicaba que abandonara aquella estancia.

......................

Los años a bordo de 'La maldita', el precioso nombre que recibía nuestro barco, pasaron rápidos, aunque la verdad el día a día fue más que duro para mí. No tardé mucho en comprender que aquel no era un barco cualquiera, en ocasiones el capitán mandaba que nos detuviéramos y durante semanas o incluso meses nos encontrábamos en medio del océano sin rumbo a ninguna parte, pero transcurrido un tiempo fijaba una dirección. Nuestros destinos siempre solían ser islas en las que veía como la mayoría de la tripulación desembarcaba y unas semanas después volvían cargados con un par de cofres y provisiones. Como yo tenía prohibido bajar del barco tarde mucho en descubrir a qué se dedicaban. Pero poco a poco, fui recabando información. Por lo visto, el capitán los conducía a los lugares en los que otros habían escondido sus botines. En escasas ocasiones nos dedicábamos a perseguir otros barcos o a transportar mercancías de un lugar a otro. Pensé que si debía etiquetarlos como algo quizá podría decir que eran piratas, pero el termino no cuadraba del todo con aquellos hombres.

-Princesa el capitán te espera en su despacho. -Dijo el señor Brown devolviéndome a la realidad.

A pesar de los años jamás había logrado ganarme la simpatía del señor Brown y su rechazo hacia mi persona fue a más cuando el capitán comenzó a sentir respeto, e incluso me atrevería a decir que algo de aprecio hacia mí.

-Buenos días capitán. -Dije después de llamar a la puerta. -¿Me buscaba?

-En dos días llegaremos a puerto. -Cada vez que íbamos a atracar el capitán me llamaba para recordarme que yo no podía abandonar el barco.

-No desembarcaré Capitán, jamás lo desobedecería. -A lo largo de los años el capitán me había permitido desembarcar un par de veces al año, pero en todas las ocasiones en las que bajé del barco lo hice en islotes.

-Bajarás. -Dijo sin prestarme mucha atención.

-¿Cómo que bajaré? -Debía haber entendido mal.

-En estos años me has más que demostrado que eres digno de confianza, espero que no me hagas arrepentirte. Dejaré que bajes a tierra firme con mis hombres, pero solo por una noche ¿Está claro?

-S-sí... -Dije conteniendo mi emoción. Si algo me habían enseñado esos años a bordo del barco, además de a pelear y saber cómo llevar una embarcación, era a ocultar mis sentimientos y emociones. Entre la tripulación no podías mostrar debilidad, y no porque fueran malas personas, sino porque aprovechaban cualquier oportunidad para hacerte la vida imposible y yo ya tenía suficiente con que llevaran los últimos cinco años llamándome princesa. - ¿Quiere que haga algo en tierra capitán? -Pensé que quizá me dejaba bajar para realizar alguna tarea.

-Tendrás que llevar unos papeles a la oficina del puerto, pero aparte de eso eres libre de gastar tu tiempo como quieras.

-¿Desea algo más Capitán? -Una media sonrisa se dibujó en su rostro.

-Me gusta que a pesar de todo no olvides tu educación como caballero... puesto que te hará mucha falta. -Yo lo miré con el ceño fruncido. -Quizá estaría bien que te recordara que el juego y las apuestas no son lo tuyo. -Dijo divertido, pero a mí no me hizo gracia alguna. 

La hipocresía del destino (2º Libro saga 'VERDADES OCULTAS')Where stories live. Discover now