III

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Salí del despacho con la mente puesta en las palabras del capitán, después de tantos años por fin volvería a pisar un puerto como Dios manda. Había tantas cosas que deseaba hacer... iba tan ensimismado que no percibí la presencia que también recorría el pasillo y mi cuerpo impacto con la persona más despreciable de toda la tripulación. Si el contramaestre era un huraño, Dra era mucho peor, o por lo menos conmigo, ya que con el resto de la tripulación era un despojo de alegría y buen humor. No obstante, cuando estábamos próximos a atracar en algún lugar, me veía en la obligación de tragarme todos sus desprecios, puesto que nadie más estaba dispuesto a malgastar los pocos días que pisaban tierra firme enviando las cartas que yo escribía a mi familia.

No recordaba cuál había sido el detonante de nuestro rechazo mutuo, pero algo había hecho que nos repeliéramos a partir del momento en el que nos vimos por primera vez. Desde el principio Dra se había encargado de que mi estancia en el barco fuera un infierno. Resultó que aquel grumete que se burló de mí cuando desperté en la cubierta de 'La Maldita', tenía a la tripulación comiendo de su mano. Yo no comprendía como un simple muchacho podía tener a todos metidos en el bolsillo, y aquello solo hacía que generar más desagrado hacia su persona. Odiaba que a mis 19 años me trataran como a un niño, y lo que era peor, que respetaran más a ese mocoso que a mí.

Cuando el contramaestre me ordenaba algo se suponía que Dra debía enseñarme cómo hacerlo correctamente, pero siempre se las apañaba para decírmelo mal y que yo terminara pagando mi "error" fregando la cubierta del barco. A pesar de las risas que provocaba en el resto de la tripulación las malas pasadas que me hacían protagonizar, mis ensangrentadas manos, poco acostumbradas a trabajar, parecieron darles un poco de lástima, y algunos se ofrecieron a enseñarme a desempeñar bien las diversas tareas.

Una noche me encontraba de nuevo limpiando la cubierta como castigo, aquello se había convertido en parte de mi rutina, ya que una o dos veces por semana terminaba de rodillas fregando el suelo, pero la presencia de Dra en cubierta era algo que seguía sin tolerar, y más cuando sus intenciones eran claramente provocarme, reírse de mi desdicha o hacerme enfadar. Esa noche cuando Dra se sentó sobre un barril en cubierta al tiempo que devoraba el plato con su cena, me propuse ignorar su presencia hiciera lo que hiciera, pero el olor de la comida hizo que mis tripas rugieran recordándome que llevaba demasiado tiempo sin probar bocado.

-¿Qué hay de cenar? -Pregunté deseoso de terminar de limpiar la cubierta para llenar mi estómago.

-Para una princesa como tú... un té. – Contestó sin mirarme.

-Capullo...- Respondí frotando la madera con más fuerza. Yo intentaba comportarme como un caballero, pero aquella rata no se merecía nada.

-¿Me dices a mí? -Preguntó posando sus pies sobre la cubierta. Yo lo miré de arriba abajo ese muchacho era odioso, no tendría más de 13 o 14 años, su voz era demasiado aguda y su cabello demasiado largo. Llevaba conteniendo mis ganas de darle un buen puñetazo desde el momento en el que comenzó a jugarme malas pasadas.

-Discúlpeme... olvidaba que eres un ignorante analfabeto que no comprende el lenguaje de un caballero...- Respondí con suficiencia.

-Creo que el que confunde términos eres tú. Yo no me atrevería en la vida a decir que es un caballero, más bien lo describiría como gilipollas .... Ups. -Añadió al tiempo que movía su brazo con velocidad haciendo que el contenido del plato manchara parte de la cubierta que ya estaba limpia. -Qué lástima, creo que iré a por tu ración de comida ya que con lo que vas a tardar en limpiar el suelo cuando termines ya será la hora de desayunar.

No pude soportar más a ese niñato y me abalancé sobre él. Dra pareció sorprendido, pero en el momento en el que se le pasó el asombro intentó defenderse de mis golpes. Cuando lo hice prisionero lo miré con asco, pero su reducido tamaño me impedía darle un golpe de verdad.

-Te salva el que no pegue a renacuajos. -Dije burlón.

-¿Qué diablos estáis haciendo? -La voz del capitán hizo que mi presión sobre Dra disminuyera y él aprovechó la oportunidad para alzar la rodilla y golpearme en la entrepierna.

-Hijo de puta...- Dije casi sin aliento.

-¡Alexandra Hastings! – Exclamó el capitán. Aun sumido en el dolor fui capaz de procesar lo que aquel nombre implicaba. Dra era ... o Dios mío ¡era una chica! – Más te vale que cuando vuelva subir a cubierta esta esté reluciente. -Luego me echó una mirada a mí. Yo intentaba levantarme del suelo lo más dignamente posible. Pero no dijo nada, puso los ojos en blanco y desapareció.

Después de averiguar que el repelente grumete era una niña que me odiaba intenté alejarme de ella, pero como podréis imaginar, encerrado en un barco en medio del océano no hay muchas opciones, y menos aun cuando un par de meses después el capitán me ordenó darle clases a esa malcriada.

-Pero capitán...- Intenté rebatirle.

-No hay nada que discutir, recuerda que estas bajo mis ordenes... además te estoy haciendo un favor, las horas que pases dándole clase serán horas que no debas trabaja en cubierta. – Prefiero trabajar en cubierta. Pensé. Pero claramente no tenía el valor de decirlo en voz alta.

Hasta el momento jamás había comprendido por qué Dra se encontraba a bordo del barco, hubo un tiempo en el que pensé que sería la hija del capitán, pero cuando descubrí que no tenían el mismo apellido aquella hipótesis se vio frustrada. Ella tenía su propio camarote, gozaba de la misma liberta que el resto de la tripulación, cobraba por el trabajo... También pasó por mi mente que pudiera ser la querida del capitán, pero pronto deseché esa idea, ella era una niña que parecía un muchacho, nadie se habría sentido atraído lo más mínimo por Dra. Además, la tripulación la cuidaba como si llevara toda la vida con ellos y cuando discutíamos todos se ponían de su parte, tuviera o no razón.

-Mira por dónde vas princesa. -Dijo con asco cuando nuestros cuerpos impactaron. Yo estaba a punto de disculparme, pero recordé que aquella mujer no era una dama ni mucho menos, además en esta ocasión no dependía de ella para enviar las cartas a mi familia.

-Eres tan insignificante que nunca te veo. -Respondí.

-Vete al infierno. -Dijo dándome un empujón y entrando en el camarote del capitán.

A pesar de todo no podía negar que los años habían tratado más que bien a Dra. Si no fuera tan desagradable y mandona hasta me habría visto tentado de seducirla... y quién podría juzgarme después de seis años sin desembarcar en un puerto. Ya casi no recordaba que era besar a una mujer y mucho menos sentirla. Era cierto que mi experiencia con el cuerpo femenino se reducía a una sola mujer, pero escuchar a la tripulación contar sus aventuras después de desembarcar no era tarea fácil. 

La hipocresía del destino (2º Libro saga 'VERDADES OCULTAS')Donde viven las historias. Descúbrelo ahora