VI

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Llevábamos una semana de travesía, y si había entendido bien, nos dirigíamos de vuelta a casa... aunque quizás eso no quisiera decir que atracaríamos en Inglaterra.

-Capitán. -Lo saludé entrando en su camarote.

-Sant tengo una tarea para ti. – Yo lo miré expectante. -Sé que estos años has hecho un buen trabajo enseñando a Dra matemáticas, geografía y literatura, pero ahora quiero algo diferente... me gustaría que le enseñaras a ser una dama. -Aquello me sorprendió tanto que me atraganté con mi propia saliva.

-¿Cómo ha dicho? -Pregunté todavía sin lograr creérmelo.

-Ella no pertenece a este mundo y cuando vuelva a casa necesito que esté medianamente preparada. – Lo dijo de tal modo que hasta me sentí estúpido por no comprender las razones que lo movían a realizar esa extraña petición.

-Pero capitán estamos hablando de Dra... -Dije dando a entender que aquello lo explicaba todo. -Además, yo jamás he recibido las clases que reciben las señoritas... no sabría por dónde comenzar ¿Recuerda lo que ocurrió cuando intenté enseñarle modales?

-Pues tienes poco más de un mes, cuando divisemos tierra quiero que los cambios en ella sean visibles.

-Pero...-Intenté quejarme.

-Estás a punto de saldar tu deuda ... bueno quizás ya lo has hecho y no los sabes... -añadió misterioso. -Sé cómo es Dra, hablaré con ella para que se comporte. Créeme cuando te digo que todo lo que logre aprender será en beneficio de los dos. -Dijo casi en un susurro antes de que yo cerrara la puerta.

Salí del camarote con un humor de perros. Darle clases de ciencias o letras ya había resultado complicado, por no hablar de intentar enseñarle modales, pero enseñarle a ser una dama ¡Eso era imposible!

La primera vez que me vi en la situación de tener que ejercer como tutor de Dra llevaba poco más de un año en el barco y cada clase suponía un suplicio para los dos, pero las órdenes eran las órdenes.

-Vamos Dra concéntrate. -Le había repetido cuando comencé a darle clases de matemáticas.

-No entiendo porque el capitán se empeña en que un gilipollas me dé clases de matemáticas. Cómo si no supera hacer cuentas.

-Mira intento ser respetuoso, pero eres incorregible. – Respondí más que hastiado de ella.

-Míralo a él ... la princesita maravillosa... -Dijo en tono burlón.

-Eres una cobarde Dra, en cuanto algo te resulta un poco complicado te pones a insultarme. -Con el tiempo había descubierto que a Dra sí que le gustaba aprender y era inteligente, pero ella no quería ser diferente al resto de la tripulación. - Yo no gano nada enseñándote, por mi puedes pasarte todas las clases diciendo palabrotas. – Dije recostándome sobre la silla y cruzándome de brazos. Mi indiferencia ante sus insultos era la mejor arma que podía emplear.

-Eres un petulante, engreído y asqueroso. -Me insultó al tiempo que me lanzaba el carboncillo que tenía en su mano.

-Me alegra que las clases de lingüística te hayan permitido ampliar tus insultos a unos más refinados. – Aquella estocada final fue demasiado para ella.

-¡Ah! -Exclamó ella abandonando el camarote del capitán.

Esa había sido una de muchas de nuestras clases. Ella era y es, la persona más cabezota que yo haya conocido en la vida. No era capaz de reconocer su error, aunque fuera más que evidente y su orgullo le impedía preguntarme dudas, por lo que resultaba casi imposible saber si había entendido o no algo. No negaré que en algunas ocasiones era hasta placentero darle clases, o bien porque ella se ponía nerviosa y yo me lucía fingiendo tener una paciencia infinita, lo que hacía que Dra sacara más todavía sus garras, o bien porque comprendía todo a la perfección y se convertía en una digna contrincante. No obstante, la nueva temática de nuestras clases iba a ser más que difícil, sobre todo después de lo que había o no sucedido entre nosotros. Ninguno de los dos había logrado recordar nada, aquello me generaba un malestar que no lograba comprender. A fin de cuentas... Dra no era ninguna dama, seguramente habría compartido su lecho con más hombres.... Yo intentaba justificarme de mil formas, pero nada lograba darme paz. El capitán tenía razón, por muchos años que pasara entre marineros, los principios que me habían inculcado desde niño perdurarían en mí. Un caballero siempre debía comportarse como tal.

La hipocresía del destino (2º Libro saga 'VERDADES OCULTAS')Where stories live. Discover now