Capítulo 1.

985 55 7
                                    

El día había comenzado de lo más normal y tranquilo como siempre, los rayos del sol entraban por mi ventana, las aves comenzaban a revolotear en los alrededores además de que ya se escuchaba su canto matutino habitual; un delicioso aroma a panqueq...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El día había comenzado de lo más normal y tranquilo como siempre, los rayos del sol entraban por mi ventana, las aves comenzaban a revolotear en los alrededores además de que ya se escuchaba su canto matutino habitual; un delicioso aroma a panqueques inundó mi sentido del olfato lo cual me indicó que mi madre ya estaba preparando el desayuno.

Nos habíamos mudado el mes pasado aquí, a Carolina del Norte por asuntos del trabajo de mi papá, le habían dado todo ese mes para poder establecernos en la ciudad y conocer un poco los alrededores; hoy era primero de marzo, el primer día de trabajo de mi padre y mi primer día en la universidad.

Caminaba escaleras abajo y aquél aroma a panqueques se fue propagando aún más logrando así que mi estómago rugiera y exigiera algo de comida. Ya en la planta baja de mi casa crucé la sala de estar siguiendo aquél rastro de humo invisible con aquél dulce aroma como el que salía en las caricaturas que me llevaba directo a la cocina, ahí logré ver a mi padre sentado en la mesa con su taza de café humeante y su periódico entre sus manos que leía cada mañana; por otra parte, mi madre estaba vertiendo la mezcla de los panqueques en la sartén caliente engrasada con la mantequilla.

—Buenos días —Saludé animadamente.

—Alice, buen día hija —contestó mi padre quitando por un momento su vista del periódico.

—Siéntate ya a la mesa que los panqueques están casi listos —me invitó mi madre con su característica sonrisa de labios cerrados.

Arrastré un poco la silla frente a mí para poder tener espacio de sentarme, cruce mis manos por sobre la mesa mirando fijamente el frutero que había por sobre esta; contemplando los colores vivos de las frutas que estaban ahí.

—¿Estás nerviosa, hija? —me preguntó mi padre.

—Algo, pero estoy segura de que al llegar allá cada rastro de nerviosismo se me pasará.

—¿Llevas todo lo que necesitas? —preguntó mamá.

—Sí.

—¿Estás segura? —insistió.

—Que sí, no te preocupes mamá.

Mi padre soltó una pequeña risa ante la situación ya que digamos que mi mamá aún se esmeraba en tratarme como a una bebé lo cual obviamente ya no lo era ¿Una bebé de diecinueve años que va a la Universidad? Si, totalmente imposible. Copié su acción y así ambos terminamos riéndonos de mamá cosa que a ella no le agradó mucho ya que nos dio una mirada asesina advirtiéndonos que si seguíamos riéndonos de su sobreprotección una consecuencia depararía en nosotros.

Un plato enorme lleno de aquellos panqueques aterrizó en medio de mi campo de visión logrando así que toda mi atención callera en ellos, no era por estar alardeando pero debo decir que la comida que mamá hacía era la mejor de todas. Según ella, todo ese buen sazón que ella tenía se lo debía a mi abuela quien le había enseñado a cocinar de la mejor manera.

31 Días [COMPLETADA ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora