Capítulo 9.

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Segunda semana, creo que hoy era lunes, el día después de mi cumpleaños

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Segunda semana, creo que hoy era lunes, el día después de mi cumpleaños. Ayer —después de haberme encerrado nuevamente en el sótano— Henry se había ido a desaparecer los cuerpos de sus padres tal y como lo hizo con el doctor.

Esta vez, ya no me había puesto las esposas; el silencio que reinaba en la habitación era frustrante, me desesperaba a cierto punto. Pero todo esto era mejor que pasar un solo segundo con ese maniático. El silencio se había vuelto uno de mis mejores amigos, me hacía entrar en un bucle de pensamientos de los cuales era difícil salir, recostada en mi cama; mirando el techo la imagen de mis padres vino a mi mente.

No se merecían esto, ellos eran buenas personas que no le hacían ningún mal a nadie. No se merecían estar sufriendo por su hija desaparecida.

¿Hasta cuándo? ¿Cuándo será el momento en el que pueda salir de aquí?

Lágrimas comenzaron a dejar mis ojos mientras caían por mis mejillas, un sollozo involuntario salió de mi garganta ¡¿Por qué yo?! ¿Cuál fue el mal que yo hice para merecer esto? No era justo. La puerta se abrió así que me obligué a dejar de llorar, no quería que él me viera débil; así que helé mi expresión lo más que pude para verme fría.

—Preparé el desayuno.

—No tengo hambre, prefiero quedarme aquí sola.

—Definitivamente no te quedarás aquí, ayer no comiste casi nada, hoy no harás lo mismo.

—Ya te dije que no tengo hambre.

—¡Maldita sea, Lauren! —gritó— No hay ni un solo día en que te esmeres en joderme la maldita existencia con tus protestas.

—Si tanto te molesta que me la pase protestando y quejándome, libérame, así ya no sería ninguna carga para ti.

—Ya te dije que no haré eso, Lauren.

—¡Y aquí va ese maldito nombre otra vez! —grité, ya me había hartado—. ¡Entiende de una puta vez que yo no me llamo Lauren! ¡Ella está muerta desde hace un año!

Su mano impactó en mi mejilla sana con una fuerza brutal como siempre solía hacer cada que me golpeaba, esta vez mi rostro no cambió en lo absoluto, me mantuve con la expresión seria y las lágrimas, por muy impresionante que fuera, esta vez no invadieron mis ojos como siempre.

El dolor se estaba volviendo parte de mí.

Con un movimiento lento volví a girar mi cabeza ya que con el golpe se había girado al lado contrario y me mantuve con la expresión fría, no iba a darle el gusto de que me viera débil; eso se había acabado.

—¿Por qué te esmeras en herirme? —habló con la voz débil, pareciera que iba a llorar—, por favor deja de decir esas cosas ¿Acaso ya no eres feliz conmigo? —y pasó: Henry se estaba derrumbando frente a mí— ¿Ya no me amas?

—Henry yo...

—Es por ese chico ¿No? —preguntó, su voz había tomado un tono amargo—, aquél con el que estabas cuando te traje aquí.

31 Días [COMPLETADA ✔]Where stories live. Discover now