-15

1.4K 136 70
                                    


Harry

Annabelle regresó a Londres al día siguiente.

Dijo que me llamaría una vez que esté en su departamento pero esa llamada nunca llegó. Dejándome en la incertidumbre sobre su estado y sobre su paradero.

Y así pasó una semana en la que no supe absolutamente nada de ella. No respondía mis mensajes a través de ninguna red social ni mucho menos regresaba mis llamadas.

Me comencé a desesperar e incluso planee un viaje hacia Londres con la única intención de comprobar que esté bien. Pero fue un martes por la tarde en que ella subió una historia a su instagram. Era una foto en donde se apreciaba la ventana de su departamento la cual daba una linda vista a la ciudad. No ponía ninguna descripción, sólo incluía la hora.

Obviamente se la respondí, pero ni siquiera vio mi mensaje.

Supongo que entendía sus razones. Entendía que quiera estar sola, pero yo sólo estaba preocupado por ella.

—Anna está bien, Harry— me dijo Elliot— Ha estado con bastante trabajo, eso es todo.

Alcé mi cabeza, despegando mi vista de la pantalla de mi celular para poner atención a mi asistente.

—¿Por qué no responde mis mensajes? ¿Sabes algo?

—La verdad es que no.

—Es que es desesperante esta situación, de verdad. Hablaba con ella todos los malditos días y ahora...

—Ahora todo ha cambiado— termina por decir Elliot— Lo siento mucho.

No hago más que mirarlo por un par de segundos para luego tirar mi cabeza hacia atrás y lanzar un gran suspiro de frustración.

La casa se sentía vacía y fría.

Y aunque la mayoría del tiempo Annabelle no hacía mucho ruido, sabía que ella andaba por ahí, ya sea leyendo un libro, trabajando en su computador o simplemente estando sentada en cualquier lugar de la casa con la vista fija en netflix.

Me sentía raro de alguna forma, porque me había acostumbrado a Annabelle de una forma sincera y sencilla. Había estado con ella a mi lado por mucho tiempo, no sólo de la forma romántica sino que también cuando fue mi asistente.

Era la única persona que me acompañaba durante mis almuerzos, durante los viajes e incluso en aquellas largas noches en el estudio.

Siempre había sido más que una asistente. Ella se había convertido en la persona que más llegué a necesitar.

Es por eso que me dolía tanto y me sentía tan estúpido en no poder corresponder su amor en la forma en la que ella quiere y en la que merece. 

Y sabía también que de nada servía culpar al pasado y que probablemente ir a terapia no era mala idea después de todo. 

Al día siguiente seguí con mi rutina habitual, asistiendo a un par de reuniones ya agotando mi poca estabilidad emocional hundido en la agenda que tenía para escribir unas cuantas canciones. Sabía que próximamente tendría que presentar un par de letras y la verdad es que no tenía nada preparado. 

Así pasó una semana hasta que volví a mi país natal. Para ese entonces el calendario ya indicaba que era veintiocho de enero. Se acercaba mi cumpleaños y yo no tenía nada planeado, y sinceramente tampoco quería hacer nada. 

—¿Llegaste bien, cariño?— pregunta mi mamá a través de la otra línea. 

—Acabo de dejar mis maletas en la habitación, estoy algo cansado pero todo bien— mentí descaradamente ya que el reflejo en el espejo delataba lo mal que estaba. Unos profundos y oscuros círculos se habían formado bajo mis ojos y mi cabeza no había dejado de doler en días. 

Hidden » H.S (2)Where stories live. Discover now