8.

50 9 0
                                    


Al despertar lo primero que veo es mi desayuno a un lado de la cama, pico algunas cosas, quiero saber la hora y ver dónde está Octavio, sé que el tiene novedades de todo lo que pasó anoche, pero sobre todo de los chicos, que son los que me preocupan ahora y gracias a él he pasado una noche sin mayores contratiempos. Ahora caigo en cuenta de la realidad de que me cerré como siempre, evitando la realidad, el dolor, a Roberto.

Voy al clóset de Octavio y tomo una sudadera, una larga, cubriendo la mayor parte de mi cuerpo. No me siento tan confiada, esta no es mi casa.

Bajo en búsqueda de Octavio, doy un vistazo general y lo localizo en la cocina, me dirijo a la cocina y lo escucho hablar, no quiero interrumpir, voy por un poco de café y me dirijo al jardín, necesito un poco de aire fresco. Me siento en uno de los dos camastros en la orilla para poder tomarme el café. Minutos después Octavio se reúne conmigo con una taza.

—Roberto los encontró, ¿verdad? —digo temblando, es claro que algo pasó.

—Si, pero Marco tomó el control, no te preocupes por ellos saben que hacer, de hecho colgué con Emma, vendrá más tarde a traerte una maleta con ropa.

—Eso me tranquiliza un poco, de verdad gracias, Octavio, no sé que hubiera pasado sino hubieras estado tú ahí.

—No hay que agradecer Michelle, tu bienestar es prioridad en este momento.

Le doy las gracias nuevamente y le sorbo a mi café y me abrazo intentando disimular mis pensamientos, estar en su casa me hace sentir bien, creo que es ambas cosas, su lugar y su presencia, pero no entiendo por qué, si su amabilidad, su terapia... o solo él quien me brinda tranquilidad.

—¿Te parece si desayunamos? —dice sacándome un poco de mis pensamientos—. Tal parece que no comiste lo que dejé en la recámara. ¿No te gusto? Quieres que prepare otra cosa?

—No, eso está bien —digo rápido, no fue el desayuno, es estar sola lo que no deseo—, pero preferiría desayunar aquí abajo, contigo, puedo ir por esa comida, ¿te parece bien?

—Por mi excelente, si gustas desayunamos aquí en el jardín para que disfrutes un poco del día y puedas despejarte.

Acepto su propuesta y mientras yo voy por el desayuno, el acomoda la mesa del jardín. Antes de bajar, busco el pantalón que traía ayer para que pueda cubrirme más, tengo miedo que vea las marcas, es un terreno que aún no hemos tomado y no deseo que lo hagamos todavía.

Bajo con el desayuno y me incorporo con Octavio.

—Si quieres estar so...

—No, no me dejes —digo interrumpiéndole—, no quiero sonar a que las terapias que he tomado no han servido, en realidad es que Roberto siempre me dejaba sola después de enojarse o de forzarme sexualmente y eso me hería todavía más, aún no lo he superado.

—Aquí no haremos algo que tu no quieras Michelle, este es tu lugar seguro, lo que tu decidas y al paso que tu decidas, haré un cambio por unos días en lo que sabemos lo que sucede con tu victimario para que tomes terapia temprano y así no perdamos ese hilo.

—No quiero invadir tu casa más de la cuenta.

—No invades nada Michelle, te lo repito, es tu lugar seguro, puedes mover, hacer, pedir, traer, lo que tu necesites, aquí estás a salvo y quiero que así te sientas.

Agradecí y asentí ante ese último comentario, ¿por qué siento tan poderosas sus palabras? ¿Por qué me hace sentir tan humano cada que lo hace? Puedo asegurar que es el mejor en su área, de eso estoy segura.

Obsesiones ©Where stories live. Discover now