𝟎𝟓 | Corre que te pillo

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"Nuestras vidas se definen por oportunidades, incluso las que perdemos"
F. Scott Fitzgerald

 Scott Fitzgerald

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Valentina

SIN DARME CUENTA, YA HABÍAN PASADO UNAS SEMANAS. Hablando de fútbol, el equipo ganaba casi todos los partidos, por no decir todos. Y yo estaba ahí para celebrarlo con ellos. Siempre.

Y sobre las charlas de psicología, todos los futbolistas estaban medianamente bien. Acababa de hablar con Sergi, que me había comentado su presión en el campo. Yo le hablé un poco de que si era jugador de fútbol profesional en un equipo como ese, es que lo estaba haciendo bien.

Cuando salí de mi oficina (sí, tenía oficina, soy súper molona) me topé con María. Ella era la fisioterapeuta de allí. Nos hicimos muy amigas desde el día en el que vino. Era muy maja y nos lo pasábamos bien. Hablamos un rato sobre la vida, hasta que me tocó hora de ir a llamar a Pedri. Salí al campo, donde estaban entrenando y me dirigí hasta Luis. Me miró expectante. Siempre hacíamos lo mismo, yo le decía a quién me tocaba y él gritaba el nombre.

—Me toca al canario—dije.

—¡CANARIO!—exclamó Luis.

—Presente—sonrió él caminando hacia nosotros.

—Te toca sesión—explicó.

—Menos mal porque el entrenamiento estaba siendo demasiado aburrido—iba diciendo él en broma, queriendo picar al míster. Y lo consiguió, pues le pegó una colleja. Amistosa, claro. Pedri y yo reímos.

Entramos en la oficina y yo me puse en modo profesional.

—¿Qué tal estás, Pedri?—pregunté.

—Cansado y hambriento, pero bien—respondió.

Y seguimos hablando. Él me contó que a veces se sentía menos habilidoso en el fútbol cuando veía que era el más pequeño.

—Eso mismo muestra porque tienes la misma o incluso más habilidad que los demás, porque tu mismo has dicho. Eres el más pequeño, y estás ahí, dándole patadas a una pelota como si hubieras estado jugando 30 años. Tu talento en este deporte no es normal, solo hace falta que te des cuenta de ello. Porque, te lo digo, vas a llegar muy lejos, Pedri—sonreí.

Justo cuando Pedri iba a responder, la recepcionista entró en la oficina, diciendo que alguien estaba preguntando por mí.

—Nos vemos luego entonces—dijo él.

—Perfecto—sonreí. Salimos juntos acompañados por la recepcionista, pero él se desvió para ir al campo.

Al final la persona que me estaba llamando era Sira, que estaba harta de que no contestara el teléfono. Yo me disculpé y ella me comentó que con el grupo de amigas que teníamos habían decidido quedar un día en el Parque de la Ciudadela. Yo acepté y colgué. Caminé hacia el campo, y justo Sergi estaba chutando. Por casualidades de la vida, la pelota acabó en mis pies.

No me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora