𝟑𝟕 | Carta de despedida

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"Sus ojos en el cielo alumbrarían tanto los caminos del aire que hasta los pájaros cantarían ignorando la noche"
William Shakespeare

"Sus ojos en el cielo alumbrarían tanto los caminos del aire que hasta los pájaros cantarían ignorando la noche"William Shakespeare

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𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈

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Pedri

ÉL DÍA ESTABA SIENDO PERFECTO. Ella, mi casa, y mi familia, era todo lo que necesitaba en esos momentos. Justo cuando decidimos dar la vuelta y volver a casa, ya que llevábamos un buen rato caminando por ahí, me encontré una cara familiar.

—Madre mía, si es Pedrito—sonrió Juan. Hicimos nuestro choque de manos, el cual teníamos desde pequeños. Luego, el rubio se giró a Valentina.

—Hola—sonrió ella. Se dieron dos besos en cada mejilla y nosotros seguimos caminando, ahora con él.

Juan era posiblemente mi mejor amigo. Todo el mundo nos había dicho de pequeños que éramos totalmente distintos. Yo era más tranquilo, normalmente, claro. Siempre me había apasionado el fútbol, y para ello desde que tengo memoria me esforzaba en mis estudios para poder seguir jugando al fútbol. Sin embargo, Juan nunca había sido un chico de sobresalientes. Estaba bastante loco y siempre nos castigaban por su culpa. Él jugaba al golf, pero más bien por hobby. Sin embargo, siempre habíamos sido uña y carne, siendo sinceros.

Nos dirigimos a mi casa y cuando entramos decidimos jugar un Póker con mi padre, mientras mi madre y Valentina hablaban de algo en el jardín. Las veía reír sin parar, y me pregunté de que estarían hablando.

Sabía que mis padres amarían a Valentina, porque su forma de ser hacía que todo su alrededor se alegrara de su presencia. Aunque ella no lo consiguiera ver. Eso era lo que me fastidiaba de ella. Que no se valoraba lo suficiente.

—Tierra llamando a Pedri—murmuró divertido Juan. Yo le pegué una colleja suave y seguimos jugando. Al final ganó mi padre, como siempre.

—Algún día conseguiré ganarte—murmuró Juan. Mi padre se rio abiertamente. Yo sin entender mucho la conversación porque no estaba atento, me levanté de la silla y llegué hasta donde estaban mis dos chicas favoritas. Como Valentina estaba de espaldas hablando con mi madre, no me vio venir. Cuando la cogí por la cintura con suavidad y le di un beso en la cabeza, ella sonrió.

—¿Ya estabais criticándome?

—Qué va. Estábamos hablando de ir a la playa mañana con la familia—comentó divertida mi madre.

—¿La familia?

—Todos se han cogido vacaciones unos día para venir a visitarte—sonrió mi madre.

—¿Los abus vienen?—creo que mi expresión lo decía todo. Mis abuelos habían sido, probablemente, las dos personas que más apoyo me habían dado en mi vida. Pero hace un año exacto, habían decidido dar una vuelta al mundo, para poder disfrutar del planeta antes de que sea tarde.

No me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora