𝟑𝟖 | Remember me

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"Dos corazones ardiendo que pretenden escapar, y de la hoguera de la noche solo quedan las cenizas ya "
M-Clan

"Dos corazones ardiendo que pretenden escapar, y de la hoguera de la noche solo quedan las cenizas ya "M-Clan

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𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈

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Pedri

¿TENÍA LAS COSAS CLARAS? Las tenía. A pesar de tenerlas, decidí caminar un poco más por los alrededores del pueblo. Estuve pensando en lo que me había dicho mi abuelo. Y el punto de vista de Valentina. Y, por desgracia, entendía lo que me quería transmitir. Pero no quería aceptarlo. O quizás no podía. Mis padres me avisaron que se quedaban a dormir en casa de mis tíos y que volverían por la mañana al aeropuerto para despedirse de mí. Bueno, de nosotros.

Y yo no quería ir a casa. Porque no quería ver a Valentina y acordar con ella lo que pasaría con nuestra relación. Supuse que si me quedaba por la calle, aún me quedaba tiempo de arreglar todo. Y decidí quedarme en la calle, antes de que un mensaje iluminara la pantalla.

Peque <3: Por favor, vuelve a casa cuando puedas. Necesito hablar contigo.

Suspiré. Pero me armé de valentía y caminé hacia casa. Antes de llegar vi a mi abuela entrar en casa con bolsas de la compra. Fui a ayudarla y ella me sonrió. Al ver que no correspondí, dejó la bolsa en el suelo y me miró.

—El abuelo me lo ha contado. Y todo estará bien—me aseguró.

—No lo estará, abu. No sin ella.

—Lo hace por tu bien. No quiere que tengas la obligación de que estés con ella cuando ni siquiera está cerca.

—En ningún momento sería una obligación. Eso sería un placer—puse una mueca. Ella me dirigió una mirada que no supe descifrar.

—Pero eso ella no lo sabe.

Sonreí fugazmente, intentando fingir que todo estaba bien. Dejé las bolsas en la cocina, después de que ella me asegurara docenas de veces que ella podía guardar todo, y que no hiciera esperar más a Valentina. Le di un beso en la mejilla y me dirigí a mi casa. Esta vez de verdad. Entré en ella y me dirigí al cuarto, después de no ver ni un rastro de la valenciana por toda la casa.

Nada más entrar la vi, sentada al lado de la cama, con el móvil en la mano y mordiéndose la uña, cosa que solo hacía cuando estaba nerviosa. El rastro de lágrimas se notaban por el rímel derramado detrás de ellas.

En cuanto me vio se levantó, pero se quedó callada. Y no pude. El cerebro me dijo que fuera razonable y dejará de ser un infantil y un gilipollas, pero el corazón gritaba con todas sus fuerzas que no la dejara escapar. Nada más verla, tan frágil, esperando una respuesta, me dirigí otra vez a la puerta.

No me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora