35: Felix Felicis

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Yo ya queriendo terminar este libro y seguir con los otros dos.

Por encima de las torrecillas del castillo empezaban a verse fragmentos de un cielo azul intenso, esos eran indicios de la proximidad del verano, ya quería que pronto fuera verano para poder vestir de nuevo mis vestidos sin medias o poder chapotea...

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Por encima de las torrecillas del castillo empezaban a verse fragmentos de un cielo azul intenso, esos eran indicios de la proximidad del verano, ya quería que pronto fuera verano para poder vestir de nuevo mis vestidos sin medias o poder chapotear un poco en el lago negro, además serían las vacaciones y podría ir a Dorset a cuidar de mis abuelos.

—Te lo digo por última vez: olvídate de Malfoy —insistió Hermione con severidad.

Los cuatro estábamos sentados en un rincón soleado del patio, después de comer. Hermione y Ron leían juntos un folleto del Ministerio de Magia: Errores comunes de Aparición y cómo evitarlos, porque esa misma tarde iban a examinarse, pero en general los folletos no conseguían calmarles los nervios. A la vez que yo estaba acostada, usando el bolso de Hermione como almohada, y con unas gafas, tomando el sol, sintiendo el calor en mi piel. Ron dio un respingo e intentó ocultarse detrás de Hermione al ver que se acercaba una chica, cubriéndome con su sombra.

—No es Lavender —dije con fastidio—. Y córrete, me tapas el sol.

—¡Uf, menos mal! —resopló él, y se relajó, volviendo a como estaba antes.

—¿Harry Potter? —preguntó la chica—. Me han pedido que te entregue esto.

—Gracias...

Harry se puso nervioso al tomar el pequeño rollo de pergamino. En cuanto la muchacha se hubo alejado, susurró:

—¡Dumbledore me advirtió que no habría más clases particulares hasta que hubiera conseguido el recuerdo!

—A lo mejor sólo quiere saber si has hecho progresos —observó Hermione mientras él desenrollaba el pergamino. Pero en lugar de encontrar la pulcra y estilizada caligrafía de Dumbledore, había una letra de trazos grandes y desgarbados, muy difícil de descifrar debido a las manchas de tinta que emborronaban el pergamino.

Queridos Harry, Ron, Laila y Hermione:

Aragog murió anoche. Harry, Laila y Ron, ustedes lo conocieron y saben que era extraordinario. Hermione, sé que te habría caído bien. Me gustaría mucho que esta noche asistieran al entierro. He pensado oficiarlo hacia el anochecer porque ésa era su hora preferida del día. Como sé que no los dejan salir del castillo a esas horas, tendran que utilizar la capa. No debería pedirselos, pero no tengo ánimos para hacerlo solo.

—Miren esto —dijo Harry, y le pasó la nota a Hermione.

—Qué barbaridad —comentó ella tras leerla rápidamente; se la tendió a Ron, quien la leyó con cara de incredulidad.

—¡Está como una cabra! —exclamó—. ¡Ese bicho animó a sus congéneres a devorarnos a los tres! ¡Les dio permiso para que se nos zamparan! ¡Y ahora Hagrid pretende que bajemos allí esta noche para llorar sobre su repugnante y peludo cadáver!

Laila Scamander Y La Maldición de MorganaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum