La guerra empieza.

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Algo que le agradaba hacer era meterse con el resto

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Algo que le agradaba hacer era meterse con el resto.

Su propia y enredada relación con el omega pelinegro era una prueba viviente de ello, debido a lo enfermiza y unilateral que podía ser lo que fuese que ellos tuvieran. Todo siendo de esa retorcida manera desde un comienzo, puesto que nunca hubo una atracción de su parte hacia él, más bien solo cumplía una de las tantas misiones que Sukuna le impuso.

Pese a que él, sabía que no era alguien al cual podrían describir como un ser cuerdo o siquiera como un humano, su querido Junpei estaba dentro de ese vicioso grupo también.

Puesto que el ni dudo en entregarse cuando este fue deliberadamente a marcarlo, sin cortejo, sin conocerse, sin antes haberse visto siquiera una vez.

No lo iba a negar, era parte de las pequeñas y escasas cosas que le gustaban de él.

El como ese rostro inocente escondía un alma tan contaminada y oscura como la suya, un individuo que se había descarriado tanto como él.

Evidentemente, no fue voluntario.

Sabía que era para quitarse una de esas cuantas cadenas que cernían con fuerza sobre su cuerpo desde antes de que siquiera tuviera uso de un raciocinio formado.

Pero, era cómico y hasta algo dramático verle llorando, más cuando el objeto de esas lágrimas eran un chico de cabellos rosados que el mismo se encargó de condenar.

 No puedes ser más hipócrita. – Ignorando esa mirada cargada de desprecio, le dedico una sonrisa, burlándose. – Lloras como si fueras ajeno, una simple víctima y no eres más que uno de los cuantos perpetuadores.

No obtuvo respuesta, al menos verbal, puesto que uno de los platos voló en dirección a su rostro, esquivándolo sin mucha dificultad.

Se largo a reír, acercándose a ese pelinegro que se había mantenido todos estos días acostado, aislado.

Tanto por voluntad propia como no.

Cogió sus delgadas muñecas, jalándolo fuera de las mantas sin esfuerzo, viendo esos ojos llorosos y mirada perdida que tanto le gustaba.

 Eres jodidamente miserable, Junpei. – Aclaró, el veneno grabado en cada palabra. – Tanto que no pudiste aguantar ser el único de esa forma, arrastraste a Itadori contigo. – Sonrió amplio, manteniendo sus muñecas apresadas con una mano mientras que con la otra acariciaba una de sus mejillas, el cariño siendo una falsedad. – Dime, ¿te sientes satisfecho con tu intento de venganza?

 Puedes joderte e irte al maldito infierno, Mahito.

 Oh, lo haré, como soy buen alfa, pero... – Se inclinó, besando esa marca que se encargo de renovar esa semana del celo. – Te llevaré conmigo, pequeño infeliz.

Estaba colando sus manos bajo las prendas del otro cuando la voz de Choso se escucho al otro lado de la puerta tras unos golpes a esta. Suspiro, fingiendo tristeza mientras soltaba al omega para levantarse, volteando un poco para verle.

Last Piece ▪︎ GoYuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora