41. Hora de ajustar cuentas (parte 1)

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Las costas de La Española empezaban a dibujarse bajo el arrebol de un amanecer que prometía venganza

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Las costas de La Española empezaban a dibujarse bajo el arrebol de un amanecer que prometía venganza. Había sido una noche larga, dura e, incluso, había llegado a temer que Anthon no lograse ayudar a Cillian. 

Njinja suspiró con pesadez y oteó el Ominira. Margaret había partido con las primeras luces y, ahora, ambas se observaban a través del catalejo. Sabía que a la inglesa le hubiera gustado quedarse ahí, ver cómo terminaban con ese miserable, pero alguien debía contarle a Alika lo que había sucedido antes de que un nuevo cadáver acaparara las vistas de quienes debían ser aliados.

Anne y Farid se acercaron cautelosos. La contramaestre aún estaba magullada y parecía sentir más dolor que el día anterior.

«Ha ido bien», le explicó con señas. Llevaba el cabello suelto, algo inusual, y se mantuvo cabizbaja, por lo que sus heridas quedaron cubiertas por el oscuro y enredado pelaje. Farid terminó de hablar por ella:

—Alika ya sospechaba de él.

Eso era bueno. Le pasó el catalejo a la contramaestre y se encaró a Tarik.

Estaba atado al palo mayor, como castigo por lo sucedido, exhibiendo las heridas de la paliza que mandó propinarle horas antes. No podía mirarlo sin sentir asco y cierta culpabilidad por haber permitido que las cosas llegaran tan lejos.

La noticia de la ruptura con Cillian no se había hecho eco y, aunque así fuera, se habían ido juntos del funeral. La única acusación que tenía sentido era que, en cierto modo, había empujado a su amante al suicidio. No alcanzaba a entender por qué el pelirrojo había tomado aquella decisión. Todos ahí habían vivido mucho y no por ello reaccionaban igual que él. Si el poeta hubiera contado su situación, ella hubiera tomado cartas en el asunto, mas él siempre lo defendió. Lo curioso era que Colette, de alguna forma, sí lo entendía. No dejaba de ser paradójico que la inhumana que llevaba dentro fuera lo que la hacía humana.

—Das asco. ¿Qué diría James de haber sabido cómo eras en realidad? —le dijo al traidor.

—No sé qué os ha dicho. Solo estuvimos arreglando lo nuestro, nunca pensé que todo fuera una trampa para librarse de mí.

—¿Por eso intentó matarse? ¿Para librarse de ti? ¿O, mejor dicho, para liberarse de ti?

Tarik parecía sorprendido por la noticia. Lo peor de todo era que, realmente, no era consciente de lo que había hecho. Miró al suelo, con gesto abatido y habló con la voz entrecortada por el dolor de los golpes.

—Te dije que no estaba bien. Cillian necesita ayuda, y no es justo que yo pague por ello. Puedo ayudarle... Solo hay que romper el hechizo y volverá a ser el de siempre.

—¡Deja de decir gilipolleces! El poeta no está bien porque «tú» te has encargado de destruirlo. —Se arrimó al intendente y acarició su torso desnudo con el filo de una daga, la misma que habían encontrado junto a Cillian y que aún conservaba su sangre—. Eres tan ruin... Debería acabar contigo ahora mismo.

BASTARDO (Bilogía 1/2)Where stories live. Discover now